Aquel domingo veraniego, lo que menos me apetecía era perseguir el apurado paso de Manolo rumbo a una VENTA ANUAL DE TODO, pero allí estaba.
Mientras caminábamos, Manolo me explicó que la coincidencia de enterarse de esa Venta mientras escuchaba el tango “Cambalache” de Santos Discépolo explicaba su: “hoy tenemos que estar ahí porque algo va a pasar”, intercalado entre estrofas del tango.
“…igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida…”
Según él, la VENTA sería un cambalache y la oportunidad de contemplar un paisaje humano con sus contradicciones y encantos. Íbamos a ponerle imagen a un tango de quien, según Manolo, había retratado mejor nuestra modernidad.
Las calles se fueron estrechando flanqueadas por cientos de ventorrillos, mesones, escaparates y personas variopintas. Había millonarios saboreando el arte del regateo, encantadores de serpientes y serpientes; ventas de auténticas prendas de marca avaladas por certificados más falsos que las prendas, ladronzuelos y policías (quizás al revés), medicinas universales, mapas de tesoros, sueños y soñadores. Tuve que reconocer que el espectáculo era magnífico.
Un vendedor leía Moby Dick ajeno al mundo que le rodeaba. La ceniza de su colilla amenazaba caerse cuando le pregunté por uno de los objetos que tenía delante: se trataba de una lámpara de aceite muy gastada, con su forma típica de babucha puntiaguda. “Es una lámpara mágica” dijo el hombre sin quitar los ojos del libro. Manolo se encogió de hombros como si no quisiera tener nada que ver.
Camino al café de costumbre con mi lámpara bajo el brazo, Manolo no dejaba de cantar
“Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor,
ignorante, sabio, chorro,
generoso, estafador…”
Miraba la lámpara atentamente cuando Manolo se lanzó de cabeza a lo que mejor sabe hacer: “Te mueres por frotarla, ¿verdad? Tienes tantas ganas de que algo mágico ocurra para que el mundo sea distinto y tú seas excepcional que lo harás cuando me vaya”.
Negué todo vehementemente, pero Manolo continuó impasible: ”Pueden pasar dos cosas: No aparece ningún genio y no te perdonarás haber creído esa estupidez… o aparece para “concederte” muchos deseos, pero por cada cosa que te dé, te quitará otra que ahora ni te imaginas… nada es gratis, ni siquiera en los cambalaches. Eso lo saben muy bien los genios, pero nunca lo dicen para poder divertirse ¿Estás dispuesto a correr el riesgo?”
Tengo la lámpara en mi casa y cada vez que paso a su lado me acuerdo de Manolo, ocasionalmente también de su madre.
Nota de la Redacción: como una cortesía al autor y a nuestros lectores incluimos el tango “Cambalache”, de Enrique Santos Discépolo, interpretado por Joan Manuel Serrat. Esperamos que lo disfruten.