Gente que Cuenta

Una banda peligrosa, por Luis Alejandro Rodríguez

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William H. Johnson
Ambulancia a camino, 1942

Recién graduado, conseguí una suplencia como médico rural en un ambulatorio cerca de la ciudad de Maracay.

Desde mi llegada la directora hizo todo lo posible para que renunciara y me fuera. Esta historia es apenas uno de varios episodios…

El centro, que quedaba a la orilla de la carretera, estaba equipado para atención ambulatoria y algunas emergencias. Durante las noches había un médico de guardia y dos enfermeras.

Una noche, la quietud fue interrumpida por un estruendo, frenazos y un choque. Casi inmediatamente, llegó a toda velocidad un automóvil. El chofer se bajó rápidamente y cargó al pasajero. Tenía una hemorragia por la amputación traumática de su brazo izquierdo.

Logramos controlársela con pinzas hemostáticas, lo estabilizamos y referimos a la emergencia traumatológica del hospital central.

Al final de cada guardia había que elaborar un informe y así lo hice.

Al día siguiente, en plena consulta me llegó la secretaria de la directora para comunicarme que tenía que pagar las pinzas, porque habían salido sin su autorización. Si no las pagaba, me serían descontadas, y recibiría sanciones.

Terminé mi consulta, pero no me fui a casa, reflexioné unos minutos y decidí ir a su oficina.

—Buenas tardes, doctora —ni siquiera levantó la vista—, vengo a felicitarla y a confesarme con usted.

—¿Felicitarme? ¿por qué?

—Bueno doctora, creo que usted es un gran detective, mi banda y yo llevábamos tiempo operando y nadie nos había descubierto.

—¿De qué me habla Rodríguez?, no me haga perder tiempo, que estoy muy ocupada.

—No, disculpe, no le quito tiempo, pero merece el mérito. Llame a la policía porque me estoy entregando.

—¿De que habla Rodríguez? ¡No sea ridículo!

—¡Doctora! ¿Por qué se pone así? Estoy confesándole que soy el “cabecilla” de la banda de los mochos y nos descubrió.

Llevábamos tiempo operando: uno de nosotros buscaba la manera de perder un brazo o una pierna; algo grave que ameritase utilizar pinzas y otros insumos. Cuando estaba de guardia, se las colocaba, simulando tratar la emergencia y las sacábamos del centro… ¡Era nuestro negocio!

—¡Rodríguez! ¿Usted se está burlando de mí?

—¡No doctora! ¡Quien está tratando de burlarse de mí es usted! Vamos a hacer una cosa… Yo le voy a pagar esas pinzas, pero me tiene que dar un recibo especificando el motivo del cobro. Le prometo que ese recibo lo voy a hacer público en la prensa y en el Colegio de Médicos. Va a tener que dar muchas explicaciones.

—¡Déjelo así, Rodríguez! Usted es insoportable.

—Gracias, pero piense lo que le dije… Podría ser reconocida como la Sherlock Holmes de Aragua. Buenas tardes.

Después de ese episodio, no se supo más de la banda de los mochos, ni ella se volvió a meter conmigo.

Luis Alejandro Rodríguez e1653666013155
Luis Alejandro Rodríguez Castillo es médico venezolano, Master en inmunología del IVIC y Nebraska University. Fue Scientific Adviser en Sandoz Switzerland. Escritor y guionista para la ciencia. Desde hace varios años escritor para el espíritu. Autor de “El Tweet de Dios”.
luisr168@gmail.com

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