No hay forma ni manera de que Yocasta Zambrano se vista como su mamá le dice. A pesar de que solo tiene quince años, insiste tercamente, en que se quiere vestir como un varón, o al menos como se visten los varones allá en Mucuchíes.
Un día, Yocasta quiso vestir camisa de cuadros, porque aquello le parecía bueno. Y reunió su plata y, en Mérida, se compró una camisa de cuadros. Mucuchíes, por supuesto, no estaba nada contenta con que Yocasta usara camisa de cuadros. Pero a Yocasta no le molestaba, para nada las burlitas de la gente. Y así, pasaron los años y Yocasta cumplió su sueño, un día en Caracas, y pudo ponerse un esmoquin blanco. Y entonces Yocasta decía que se podía morir feliz.