Aunque esta es una receta del norte argentino, me la enseñó en Costa Rica Rita Macsera de Carranza y he tenido la oportunidad de practicar esta receta en muchos países y muchas veces en Venezuela, porque los ingredientes básicos se encuentran en todas partes, ya que la calabaza es un vegetal de cultivo universal.
Varios tipos de auyama o calabaza pueden utilizarse. Yo prefiero poner al horno una “auyama común” previamente bien lavada y cocinarla (dependiendo del tamaño) por más de media hora o el tiempo necesario para que se cocine la pulpa, cuidando de no afectar la concha o cáscara que va a servir de recipiente de este plato. Una vez cocinada, hay que abrir con cuidado la parte superior reservándola para tapar la preparación.
Una vez abierta, debemos retirar y reservar las semillas (que son muy buen alimento) y utilizar tanto la pulpa como los filamentos que tenemos que retirar cuidando de no afectar la cáscara. La pulpa la debemos triturar con un tenedor y mezclarla con un sofrito de cebolla, ajo y pimentón o morrón (si tuviéramos ají dulce, sería ideal), agregarle sal y pimienta y crema de leche.
Esta mezcla debe ser acompañada por queso (el guayanés le queda bien, pero puede ser mozzarella o cualquiera que se derrita), y pasas de uva previamente hidratadas con vino. A esto se le puede agregar jojoto o choclo en granos y en la receta de Rita, trozos de jamón o pollo (podemos prescindir de ellos en una versión vegetariana). Esta mezcla tenemos que introducirla en la calabaza y llevarla al horno con su tapa para que se derrita el queso y se fundan todos los ingredientes. Debe quedar una especie de fondue criollo de estupendo sabor.
A propósito, todavía sigo en deuda con los lectores de El Atril con las recetas de fondue emigrado de Suiza.