Gente que Cuenta

Adiós Dua Lipa, por Álvaro Ríos

Dua Lipa Atril press
“Queda claro que tendré mucho tiempo para levitar. Lástima que no sea con Dua Lipa.”

Hace unos días crucé la frontera del más allá.

Desconozco los detalles de cómo fallecí. Aun así, debo señalar que no fue debido a una enfermedad o dolencia, pues siempre me sentí como un toro, sobre todo de esos que enganchan trajes de luces para luego lanzarlos al aire como si fueran luciérnagas.

Antes del suceso recuerdo que iba muy contento manejando mi Mercedes por la Autopista Regional del Centro. Escuchaba “levitating” de Dua Lipa cuando a la altura de la encrucijada de Maracay sonó el celular. Me incliné para contestar y ya pueden ustedes imaginar lo que pasó…

Los segundos inmediatos al evento son un misterio, quizá se hundieron en las arenas movedizas de mi memoria.

Posteriormente recuerdo con claridad cuando me prepararon para el velorio. Me vistieron tan mal que parecía un muñeco de trapo, y como guinda del pastel, me amoldaron a la caja de forma negligente y desconsiderada.

Más tarde advertí como un montón de gente, conocidos y no conocidos, desfilaron ante mí, dejando sobre el cristal aquella frasecita tan cursi: “quedó igualito”. Y mientras eso ocurría, yo sólo pensaba en cómo terminaría, si en un hueco o en la estufa.

Cuando cerraron la tapa aprecié que el tamaño del cajón era demasiado justo: la cabeza y los pies los sentía muy presionados. Además, observé que el forro interno era menos que una baratija: como se nota que un muerto no requiere de ninguna comodidad. ¡Tacaños!

Luego de la molestia que experimenté por el ahorro excesivo de mis familiares, comencé a sentirme cada vez más rígido, de modo que dejé de pensar boberías, aunque el asunto de si sería polvo instantáneo o polvo a largo plazo seguía atormentándome, y aunque algún tipo de ansiedad me embargaba, llegó un momento cuando todo me dio igual.

De pronto sentí que el cajón comenzó a moverse. Desde luego, ya era hora, iba camino al lugar definitivo.

Y allí todo acabó.

No escuché paladas sobre la tapa ni tampoco sentí calor. Vaya usted a saber qué diablos sucedió. Lo que puedo señalar es que el lugar donde ahora me encuentro de ninguna manera es el cielo: aquí nada es azul. Tampoco el infierno, porque para empezar, la temperatura es agradable y en todo el rato que llevo aquí no he visto una paila o algo por el estilo.

La verdad no sé dónde estoy ni qué clase de sitio es este. Lo que sí puedo asegurar es que me esperan largos días de aburrimiento.

Queda claro que tendré mucho tiempo para levitar.

Lástima que no sea con Dua Lipa.

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Álvaro Ríos. Maracay, Estado Aragua, Venezuela, 1965. Vive actualmente en Barquisimeto, Estado Lara. Es Ingeniero Electricista, Profesor Universitario y Escritor de cuentos, poesía y ensayo. Es autor de los libros “Sendero de Sombras” (poesía), “Efimerario” (brevedades), “Dilemas en el aire” (poesía) y “Criaturas Mínimas” (cuento). Ha sido colaborador de los diarios “El Impulso” y “Diario de Lara” en la ciudad de Barquisimeto. Algunos de sus cuentos han sido publicados en el portal “Letralia”.
alv_rios@yahoo.es

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