Conduciendo al trabajo escuché por radio a una señorita, no sé si Psicóloga o personal coach, como creo que también se le llama, quien, palabra más, palabras menos, recomendaba a los padres que se abrieran a sus hijos adolescentes, que fueran asequibles a ellos, que fueran sus amigos, les contasen sus problemas. Esto no está mal, sino tardío.
La confianza no se gana de un día para otro, mucho menos la amistad, además de que yo no estoy muy seguro de que los padres deban ser “amigos” de los hijos, pero ese es otro tema.
Nadie puede ser amigo y abrirse ante un desconocido; he visto jóvenes que no saben en qué trabajan sus padres.
Si dentro de la familia no hay el hábito de conversar, de contarse cosas, muchas de ellas sin importancia, hacer chistes de ellos y por supuesto, reírse de ellos mismos, (recuerden que quien se ríe de sí mismo su diversión no tendrá fin), es decir no se establece un vínculo comunicacional afectivo, el intercambio de palabras no será efectivo.
Si los padres no conversan entre ellos delante de los hijos, si no permiten la opinión de los hijos, si no hacen participar a los niños, adolescentes y jóvenes de las decisiones importantes de la familia, no pueden pretender posteriormente que los adolescentes y jóvenes les cuenten sus problemas.
Por eso el consejo es tardío para comenzar en la adolescencia. No se trata de decir soy tu amigo, sino de demostrar que te entiendo porque te conozco y me conoces, porque sabes de mis cosas, como yo sé de las tuyas, porque siempre he estado allí cerca de ti cuando no tenías problemas y ahora que los tienes sabes que puedes contar conmigo como yo cuento contigo.
Esto, que parece fácil, no se decreta ni se impone, sino que surge, fluye del quehacer diario y de la confianza ganada por el respeto y el afecto.
¿Cuántas seducciones, violaciones, acosos y abusos físicos y sexuales no se hubieran evitado si las niñas o niños hubieran confiado en sus padres y decirles lo que les ha ocurrido en la calle?. La mayoría calla por temor a ser culpados.