Cuando chico, yo tenía primos que vivían en una ciudad del interior. No quedaba muy lejos, pero se tardaba mucho en llegar en autobús. Además, en invierno los días eran muy cortos. Por eso a veces llegaba de noche a la ciudad de mis primos. Pero lo que importa es que de tanto en tanto un pasajero pedía para bajar antes de mi destino. Yo no entendía cómo el tipo sabía cuándo pedir para bajarse, porque afuera estaba completamente oscuro. Pero luego el autobús se estacionaba en la carretera y las luces interiores se encendían y con eso yo podía ver desde la ventana unos metros más allá de mi ventana. El conductor salía con el pasajero, abría la bodega, el pasajero agarraba sus bolsas y comenzaba a caminar. En pocos pasos la noche lo absorbía y ese pasajero desaparecía para siempre, al menos para mí. El conductor volvía a su puesto y al arrancar apagaba las luces interiores. Yo buscaba por la ventana una luz en medio de la noche que diera alguna idea de vida en algún lugar. Pero nada. Siempre me llamó la atención percibir que algunas personas viviesen en medio de la nada. Quizá también era mi caso, pero no lo sabía.
Alfredo Behrens es PhD de la Universidad de Cambridge, y profesor de Liderazgo en las escuelas de negocios de la FIA en São Paulo e IME de Salamanca. También es presidente del Consejo estratégico de la Universidad Fernando Pessoa, en la ciudad de Porto, donde resideAlgunos de sus libros están a disposición en Amazon
ab@alfredobehrens.com