En la fila del cine él me agarraba por detrás y me besaba los labios que yo ávida le ofrecía. La verdad es que ni sé que película fuimos a ver, claro que valió la pena salir con él en aquel domingo lluvioso, hasta que Soledad nos pilló.
Ahí estaba yo, dejándome besar, cuando vi que detrás nuestro estaba Soledad con su marido Juan. Hacía tiempos que no la veía, nos habíamos perdido el rastro. Ella hizo como que no me vio, pero yo me entumecí y busqué disimular, arreglándome el cabello con mis manos y alisando mi falda. Afortunadamente se abrió la puerta de la sala del Cine Arte y entramos rápido a aquella salita oscura donde creía que nadie me vería. Pero seguro que Soledad ya me había visto en la fila.
Soledad no demoró en confirmármelo. Al día siguiente no se aguantó y temprano me llamó para decirme que le había parecido delicioso que mi marido y yo estuviéramos en el mayor love en la fila del cine. Que Juan hasta le había comentado que la pareja de adelante estaba desatada y ella, para que Juan aprendiera, le había dicho que yo estaba con mi marido. Sin siquiera parar para respirar, Soledad continuó refiriendo a Juan como aquel idiota, porque él le había respondido que no podía ser mi marido quien me besaba porque era imposible que una pareja casada se besase así en la fila del cine.
– “Fíjate, tú”, remató Soledad, “estos hombres no creen que pueda haber pasión en el matrimonio”
Le dije a Soledad que Juan tenía razón, porque en esa fila yo no estaba con mi marido sino con mi ex, y que si mi marido de ahora se enteraba sería mi fin. Así que le pedí a Soledad que se llevase ese recuerdo a su tumba porque yo haría lo mismo, pero no me contuve de agregar:
“Sin embargo, mi ex ahora besa más y mejor que cuando era mi marido.”