Gente que Cuenta

Así me lo contó, por Luli Delgado

Guido Mauas Atril press
Guido Mauas,
Autorretrato en el espejo del baño, s/f

El insomnio era su amigo de toda la vida, y con los años fue haciendo de la noche su escondite, su cómplice, acaso un encuentro por el que hasta esperaba sin querer.

La primera vez que consideró como opción irse lejos, fue durante la noche de un día particularmente triste y cansado. Después de entender la magnitud de aquello, los demonios de la culpa le trituraron el corazón, logrando exorcizarlos a duras penas ya cuando el sol le mostró el lindero de sus propiedades.

Pero fue tal su miedo, que en los días que siguieron se afincó como nunca a sus ritmos oficiales, se prometió no pensar más en aquello que corría el riesgo de volverse peligrosamente irreversible.

Con pastillas, consiguió inclusive dormir un poco y hasta imprimirle cierta dosis de amabilidad a su historia conyugal, como durante aquellos años en que los niños crecían y ellos se manejaban con otros encantos.

Pero el insomnio tocó la puerta de nuevo y ya no era posible seguir en la cama. Se levantó, le pasó revista a los espacios de su casa, fijó por último la mirada en la ventana de la sala y fue allí donde quiso refugiarse.

Sin adivinar lo que pasaba del lado de afuera, y sin entender por qué desde hacía cierto tiempo el lado de adentro tampoco le resultaba, se angustiaba tratando de entender qué era por último lo que le estaba pasando.

Cada amanecer se encargó de disolverle su territorio de dioses y devolverlo sin más al mundo del resto del mundo. Sólo que esta vez la idea pasó a ser, al igual que los accesos de tos, una presencia difícil de ocultar. Le comenzó a dar igual parecer o no absurda, instalarse de día o de noche, sola o acompañada, con o sin pastillas, era igual, no se iba, ya no era posible sacársela de encima.

Arrinconado, entendió que su hora exigía otros caminos, otras maneras de sentirse vivo y que ya no existía chance de retorno.

Fueron días de drama de canario enjaulado, insensatez de quien quiere una libertad sin ni siquiera saber para qué es que la quiere.

Pero para su gran sorpresa, y cansada de rugir, la tormenta poco a poco fue amainando, y, como sucede con las sinfonías, un movimiento de notas suaves apareció no se sabe de dónde para devolver la melodía a su santo lugar.

Fue así como, también durante una madrugada, y de nuevo al pie de la ventana, recorrió su casa como si fuera cámara de cine y ya sin angustias entendió que aquello era la despedida.

Por primera vez no tuvo miedo, ni culpa, ni cansancio. Sintió que estaba cumpliendo un destino y que sólo a él le debía de ahora en adelante cuentas y razones…entendió que por último sus demonios lo habían dejado en paz y que había llegado la hora de conversar.

IMG 8842
Luli Delgado es periodista venezolana, Master en Artes de Cine y  Video – por The American University, Washington, DC.
Fue Directora Ejecutiva de la Fundación Andrés Mata de El Universal de Caracas, y Gerente del Centro de Documentación de TV Cultura de São Paulo. Es autora de varios libros y crónicas.
delgado.luli@gmail.com

de la misma autora

20

Compartir en

    ¡Suscríbete a nuestro Newsletter!