Gente que Cuenta

Bajar a despedir,
por Luli Delgado

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“…la comitiva subía a la terraza a ver el avión despegar, con lo cual se daba término a la ceremonia…”

Mi hija me avisa que viaja de Madrid a NY haciendo escala en Marruecos, concretamente en Casablanca, y me explica que fue el vuelo más barato que encontró. Después de aterrizar va a tener que esperar un buen rato antes de hacer conexión a su destino final. Mientras me cuenta, no dejo de admirarle la energía de sus treinta y tantos, porque se enfrenta a cualquier eventual agotamiento sin una pizca de miedo.

Pero además de su intrepidez, no deja de sorprenderme la diferencia de lo que era viajar en mi época venezolana. Lo que va de ayer a hoy. Veamos.

Antes que nada, si el viaje era en época de invierno, había que comenzar por averiguar quién tenía un abrigo que nos pudiera prestar.  En aquella época eran carísimos y nadie tenía en su closet nada más elaborado que un suetercito leve para las mañanas de diciembre.

Al regar la voz de que te ibas de viaje, surgía como por encanto la lista de “encargos” que te hacían. No faltaba quien encargara y no te diera el dinero, o quien te pedía el favor de que por favor le llevaras algo a alguien. ¡Hasta una mesa de planchar me contó mi compadre que le querían enchufar una vez!

Después se procedía a organizar la comitiva de despedida. La pregunta de “¿Quién va a bajar”? rondaba entre los allegados del viajero, en parte porque ese era el rito y también porque era muy divertido aprovechar para ver desde la terraza aviones despegando y aterrizando. Se hablaba de bajar porque Caracas queda a mil metros sobre el nivel del mar y en cambio el aeropuerto queda digamos que a la orilla de la playa.

Cuando llegaban a Maiquetía, al pasajero, vestido como para ir a una fiesta, no le faltaba algo de nervios, que se exacerbaban por las carreras que daban los niñitos que no podían faltar en la comitiva.

Otro clásico era la visita a lo que entonces se conocía como la “fuente de soda”, otra de las atracciones del aeropuerto.

Así se iba el tiempo de espera hasta que llegaba la hora de despedir al viajero. Los de la NASA, por anglosajones, si acaso se dan la mano antes de entrar en el cohete, en cambio nosotros, latinos a morir, no escatimábamos en abrazos, bendiciones, ojos aguados, buenos deseos de viaje, saludos a los conocidos de allá y, claro, consejos de último minuto.

Ya cuando el viajero entraba por una puerta sin retorno, la comitiva subía a la terraza a ver el avión despegar, con lo cual se daba término a la ceremonia.

Ahora resulta que te pones la ropa más cómoda que tienes, te vas en Uber y usando el wifi en el aeropuerto mandas un besito antes de salir. Pero eso sí, la recomendación final no ha cambiado ni me parece que va a cambiar: eso de “avísame cuando llegues”, con todo y los modernos rastreadores on line, no puede faltar…

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Luli Delgado es periodista venezolana, Master en Artes de Cine y  Video – por The American University, Washington, DC.
Fue Directora Ejecutiva de la Fundación Andrés Mata de El Universal de Caracas, y Gerente del Centro de Documentación de TV Cultura de São Paulo. Es autora de varios libros y crónicas.
delgado.luli@gmail.com

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