Quitaipón,
por Carmen Concha-Nolte
En la noche muy dormidos, eso sí, las parejas no dejan de jugar. No dudamos que un sentido de propiedad los avasalla en penumbra y quitan el ropaje que los cubre dejando al otro descubierto y sin calor. Este juego parece una avalancha por tomar la cubierta mancomunada para cubrir el cuerpo, no la desnudez, pues por asuntos obvios muchos optamos por el pijama.
El juego empieza cuando uno, que no quiere molestar por sus ronquidos, silbidos o lo inconfesable, se arrincona al borde de la cama. Ya en el rincón, tira, corre el edredón —cobertor, colcha, o como le llame— para su lado. Este asunto de hurto es gracioso y hasta culposo cuando la otra persona despierta sin edredón y con el frío puesto de pijama. Mientras, él o la ladroncilla, para remediar la falta, arrima y repone lo robado como ...