A una amiga su esposo le decía «foquita». Ella nunca indagó al respecto. Vaya usted a saber si se conformó con el halago o quizá lo asoció con «fogosita». Para mí, su esposo aludía a los bigotes que deslucían, levemente, su rostro angelical.
Los bigotes, pelos semi gruesos, no crecen al azar en ninguna especie. En las focas, los bigotes agracian su rostro inofensivo; pero, por centurias, ignorábamos el potencial de sus flequillos. Sólo las mirábamos sobre la arena en descanso o en faenas reproductivas.
Hace poco, su secreto salió a la luz: las focas tienen una especie de GPS en sus bigotes que les permite direccionarse hacia sus presas. Simple. Los científicos colocaron cámaras sobre sus mejillas. Verificaron que, en la oscuridad oceánica, sus bigotes faciales eran movibles (vibrisas). Cuando se acercaba alguna presa, las focas desplegaban sus bigotitos en forma rítmica: los extendían y retraían.
Usted pensará, y está en lo cierto, que en el océano hay microorganismos que emiten luces, pero esto es insuficiente para las focas. Ellas necesitan el potencial de sus bigotes GPS incorporado. Por lo expuesto, nada es casualidad en la naturaleza.
Nuestras bigote-focas, poseedoras de un GPS sensorial, son semiacuáticas: duermen bajo el agua y salen a la superficie para respirar sin despertarse, y muy bien alimentadas gracias a su dispositivo natural. ¡Oh, maravilla!
Con respecto a los bigotes, tengo un dilema: ¿Habrán sido móviles los bigotes de Dalí? De seguro fueron movedizos hacia el color y surrealismo. Bueno, su amada Gala no responderá. Mientras tanto, usted, conténtense con hurgar los bigotes de su pareja y determine si tienen GPS.