Gente que Cuenta

Cachivaches, por Luli Delgado

Cien anos de soledad Atril press
La máquina múltiple que sirve para pegar botones y bajar la fiebre al mismo tiempo. Fuente: Fundación Centro Gabo

Parece que es desde y va a ser para siempre que aparezca quien invente inutilidades y quienes les hagamos el juego.

Recuerdo en Cien años de soledad, cuando llegaron Melquíades y los gitanos a Macondo con el mismísimo hielo, imanes, dentaduras postizas, una máquina de pegar botones y bajar la fiebre, un jarabe para hacerse invisible, y por ahí sigue la lista.

Y a su vez, las visitas de Melquíades me recordaban la de los conquistadores españoles, cuando traían espejitos y cuentas de colores a los indios, a cambio de pepitas de oro.

En nuestros días, con su eterna cara de “yo no fui” y su aparente dificultad de comprensión, los chinos se han ido colando poco a poco por las ramas, y una y otra vez pasa que cuando nos venimos a enterar ya es demasiado tarde.

Recuerdo cuando made in China era sinónimo de mala calidad, de copia barata. Xing Ling los llamaban en Brasil. Mas o menos el equivalente a la tapa amarilla de mi época venezolana. Pero no se quedaron quietos y fueron superando el estigma de malos y de poca duración, para pasar a ser excelentes, duraderos, cuidado si no mejores que el original, y a precios mucho más baratos. Ellos son muchos y nosotros siempre buscando pagar menos: la combinación que nos ha traído hasta aquí.

Y no contentos con copiar y vender más barato desde hace un tiempo ha proliferado una oferta de productos que si uno no te seduce, te va a seducir el siguiente. No te salvas.

En la red encuentras cortaúñas y limas eléctricas para mascotas, delantales para recortarse la barba en casa, espejos retrovisores para los anteojos, y todo lo que se te ocurra en materia de cablecitos, conexiones, accesorios para la computadora, micrófonos, audífonos y por ahí sigue la lista.

No terminamos de entender…

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