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Caracas en dos platos – José Pulido

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Caracas vista desde Valle Arriba

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Si subes al cerro el Ávila y observas el valle, tendrás que aceptar que Caracas es un laberinto gigantesco.

Ese mare magnum de edificaciones hechas de hierro, concreto, piedras y cristal, es obra del esfuerzo intenso de una masa trabajadora que a lo largo de generaciones ha sido acusada de pereza. El hombre salario, el hombre cerveza, no ha podido quitarse de encima el Sambenito que sigue sonando como si fuera una verdad nacional: “el venezolano es flojo”.

Los museos, los teatros, la vida literaria, la poesía, la música brotando como un manantial, la intelectualidad tejiendo conceptos; la filosofía explicando; la historia forjando memorias para el uso cotidiano, las universidades buscando civilización, las religiones respirando fe, y otras manifestaciones del espíritu, forman la otra cara de la ciudad y mayoritariamente provienen de una clase media cuya actividad ha sido catalogada eternamente así: “Eso no es trabajo”.

Por estar separadas esas dos energías creadoras, surgió sin derecho a curarse la enfermedad que ha hecho de Caracas una ciudad deforme, un angustioso cangrejo que avanza y retrocede con la misma incertidumbre desde que Diego de Losada fundó su alma.

Al tiempo que Caracas crecía físicamente, se creaban y consolidaban grandes logros culturales que no parecían satisfacer a las multitudes, como los museos, las universidades, los teatros, las orquestas infantiles y juveniles, la narrativa y la poesía a niveles muy altos, y mientras eso ocurría, la violencia se desarrollaba junto con el factor de las drogas como negocio y estilo de vida, como expresión grupal y como arma política.

Así como han dicho que el venezolano es perezoso, y se ignoran las ciudades que ha levantado a todo lo largo y ancho del país, también se desprecia y se dejan de lado los extraordinarios intentos que ha hecho la clase media creadora, para que Venezuela tenga un rostro que no sea el caudillo de las plazas, el militar despectivo y destructor de lo civil.

Lo que quiero decir en dos platos, es que los mejores logros que puede exhibir y mantener Caracas en sus recuerdos y en sus memorias fotográficas, son obra y voluntad de los trabajadores que construyeron la enorme estructura material y de esa clase media artística, intelectual, que entregó la vida en beneficio de bienes que están ahí pero que parecen invisibles.

Se dijo que la modernización de Caracas estaba simbolizada por la Urbanización El Silencio, el Centro Simón Bolívar, la Avenida Bolívar, la Ciudad Universitaria, el Paseo Los Ilustres, la autopista Caracas-La Guaira y los primeros centros comerciales. Esa grandeza lleva nombres de arquitectos y de ingenieros. Y todo parece a punto de total deterioro.

Cuando se vuelva posible reparar lo dañado, será primordial acudir al legado cultural. No es posible reconstruir ninguna ciudad venida a menos, sin acudir primero al espíritu de los hombres y las mujeres que creyeron en el arte como algo opuesto a todo lo que produce escombros.

José Pulido

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Poeta, narrador y periodista venezolano. (Villa de Cura, Aragua, 1945). Reside en Génova, Italia. Fue director de varias revistas culturales  y páginas de arte de los diarios venezolanos más importantes de los 80 y 90. Entre sus poemarios,  Los poseídos fue Premio Municipal de Literatura 2000 . Tiene libros de cuentos ,  entrevistas y biografías , además  de 8 novelas . Una de ellas ,El bululú de las ninfas (2007) fue Premio Miguel Otero Silva . Sus poemas están publicados en antologías de lengua española e italiana. Es finalista del premio internacional de literatura Pilar Fernández  Labrador 2021, de Salamanca,España.

Jipulido777@gmail.com

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