Te cuento que… por Suzan Matteo
El miércoles pasado, las miradas del mundo se volvieron hacia Escandinavia.
Los premios Nobel de 2025 volvieron a recordarnos, en estos tiempos de zozobra y ruido digital, que aún existe un faro que ilumina la excelencia humana.
Y alguno se preguntaría a qué se debe la curiosidad logística: que si Estocolmo para la ciencia y las letras, que si Oslo para la Paz. Un detalle geográfico menor, una anécdota administrativa, pero que encierra una historia que merece la pena contar.
Todo arranca del singular testamento de Alfred Nobel, el sueco que amasó una fortuna colosal gracias a su invento de la dinamita. Un hombre de ciencia, pero también de conciencia, quien supo ver más allá de la muerte y quiso que el legado de su vida no fuera la destrucción, sino la luz. Por eso dejó su riqueza...












