He visitado cuatro veces Río de Janeiro y siempre he entrado al hotel Copacabana Palace, pero nunca me he alojado allí. Creo que ha sido una especie de ejercicio para engañar a mi propia vanidad.
En mi lectura diaria y compulsiva me encuentro que el simbólico edificio celebra su primer centenario, nació en 1923, lo que es una prueba de resistencia porque, aunque ha alojado a verdaderas celebridades, también ha conocido el sabor amargo de las crisis latinoamericanas.
El edificio Art Decó cerró sus puertas por cuatro meses y volvió a abrir en 2020 con nuevo dueño, el grupo LVHM. Durante ese tiempo el único que transitaba por sus pasillos era el cantante Jorge Ben Jor, uno de los representantes del Tropicalismo y quien sigue animando el panorama musical de Brasil.
Recuerdo la primera vez que atravesé el umbral del Copacabana Palace, el mismo que en 1968 cruzó Isabel II junto a su esposo el príncipe Felipe y mucho después, en 1991, cuando su nuera Diana se alojó allí junto a Carlos. La princesa del pueblo llegó a disfrutar de las tibias aguas de su piscina, un lugar que es una pasarela de egos, al menos así me pareció.
Pero esa piscina también tocó otro cuerpo no menos famoso, en los 70, el de Janis Joplin, quien osó nadar desnuda lo que provocó la ira de la gerencia y fue expulsada del hotel.
Tres de mis visitas a Río han sido en la época más desaforada de la ciudad, el carnaval y aunque no pude entrar a la fiesta en el Golden Room del “Copa”, la más fastuosa y comentada de la ciudad, con una atmósfera digna de ser descrita por Tom Wolfe, autor de la novela “La hoguera de las vanidades” si disfruté de un mediodía sabatino, cuando se sirve feijoada, el emblemático plato brasileño. Alguien me comentó, que era la feijoada más elegante, pero no la mejor. A lo que no le hice caso, pues como vegetariana no entra en mi menú y me limité a disfrutar de la Creme de mamão, una delicia que se hace de la saludable y a veces insípida papaya, algo más seductor, gracias al licor de cassis.
El Copacabana Palace está hoy remozado. La zona de la piscina es una manifestación de la nostalgia ya que ha sido restaurada recordando a la década de los 20, cuando abrió sus puertas. Las mismas sombrillas bicolores que hacen juego con las tumbonas. Ahora no descansarán en ellas Rainiero ni Grace de Mónaco y mucho menos Charlene con Alberto II. Si lo hacen será por separado ya que nuevamente se comenta que son solo una pareja “ceremonial”.
Este patrimonio carioca conserva bajo llave otro tesoro. Su libro de firmas, verdadero testimonio de su grandeza y su fama. Tampoco obviamos su galería de fotos, innegable iconografía del glamour.
Comunicadora Social egresada de la Universidad Católica Andrés Bello, Caracas. Ha ejercido el periodismo en galerías de arte, en el diario El Universal, mantiene el espacio Madame Glamour en el programa radial Las entrevistas de Carolina. Escribe de moda, arte y estilo de vida.
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