
Los jóvenes ya no quieren trabajar. Dicen estar cansados, decepcionados e incluso, enojados. Reclaman mejores condiciones laborales, mayor equilibrio entre vida y trabajo y, sobre todo, un mejor trato. En Estados Unidos se han anunciado renuncias masivas y descontento laboral generalizado debido a la cultura laboral tóxica de las empresas, jefes poco empáticos y trabajos demandantes. Los jóvenes terminan saltando continuamente de un empleo a otro o tomando descansos al estilo sabático para recuperar la energía.
En Latinoamérica (a excepción de los estratos sociales más altos), la situación es algo distinta. Aún cuando hay un elevado porcentaje de empleados novatos a disgusto por las largas jornadas laborales, las malas condiciones generales del empleo y los bajos salarios, no renuncian por depender de su ingreso. Sin embargo, diversos estudios realizados en México aseguran que, si tuvieran los medios económicos para dejar sus empleos, lo harían.
Los chinos han llegado a una solución extrema para contrarrestar el exceso de trabajo al que han sido sometidos: ¡Cuerpo a tierra!, dicen, con su discurso “lying flat” o “tang ping” similar a la cultura del mínimo esfuerzo donde demuestran su antipatía recostados en posición horizontal, haciendo sólo lo que es absolutamente necesario para garantizar su subsistencia. Las reacciones no se han hecho esperar. El presidente Xi Jinping ha condenado públicamente el movimiento por ser contrario a su ideal del sueño chino que pretende rejuvenecer una nación, donde los jóvenes hoy prefieren darse por vencidos. En el aire queda una pregunta: ¿Hacia dónde vamos si ya ni los chinos aguantan?

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