Azul llegó a la universidad sin pizca de zonzo y asombrado. Varios miramos su rezuma de melancolía, de vacío y lo ayudamos. Acompañada de una amiga cubrí su nido vacío, tan vacío que unos estudiantes buena gente desempacaron su hombría juvenil.Parecía un diplomático con camisa alisada más un chofer a su servicio. Era alto, oriental, cándido en versión suprema. Sus ojos rasgados y español delicioso le imponían prestancia, pero cuando empezó a contarnos sus andanzas con los estudiantes buena gente, el color de su mirada rasgada cambiaba.Como un tobogán, vimos su transformación de azul garzo a azulete intenso. Él nos contaba sus visitas a las casas «previo pago». Pasaba de un detalle a otro con su nariz apagada, pero se le encendía de vergüenza si lo mirábamos fijamente.Azul dijo que las chicas de esas casas le tuvieron paciencia. Las describió: Eran bonitas. Fueron despacio… Una vez, turbado con el idioma, nos imaginamos, una fulana sacó un papel para simular algunas poses… Lo hicimos. Y...