Los afectos, la familia y las amistades son un bien único e indispensable en momentos de duelo, especialmente. Y los abrazos también. Parece una obviedad, pero no lo es en circunstancias como las la pandemia de Covid-19, con la que conviviremos hasta el 2023 al menos. El distanciamiento y el aislamiento duplican el dolor si es que alguien se atreve a contabilizar esa vivencia tan íntima. Es el caso del fallecimiento ( el 21/06/21), de mamá, Carmen Luisa Rodríguez Luna, ya muy cansadita, a sus 92 años.
Extrañamos a aquellos que no pudieron consolarnos porque no estaban aquí, aunque hubieran querido. No solo por restricciones viajeras circunstanciales, vinculadas a la cuarentena, sino porque migraron. En el caso de los venezolanos, un miembro al menos de cada 5 hogares, se ha ido del país en los últimos 5 años, según investigación del 2020 de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Eso agrava cualquier crisis familiar.
La solidaridad es luz en la oscuridad, lo viví cuando pasé por el Covid-19 y con el luto. Nunca agradeceré a esos acompañantes virtuales pero muy efectivos tan infinitamente como siento que debía.
Reflexionar sobre un luto tan personal es tremendamente triste. Ponerle volumen a una situación tan indeseable puede tal vez ayudar a decir cosas que solo demostramos pero que nunca verbalizamos suficientemente: te quiero mamá. Pasó algo parecido con los agradecimientos
Hay cosas que, a mi parecer, nunca deben quedar como dadas por sentado. Es un consejo que confieso desde el corazón.
Taisa.medina@gmail.com