Gente que Cuenta

El duende de Ettingen,
por Luis Alejandro Rodríguez

Ettingen Atril press
“Al final de esa semana, un sábado, el duende les mandó una cantidad de pistas para que consiguieran un tesoro…”

Hay situaciones en la vida que nos hacen comprender el verdadero significado de una expresión que encontramos en la literatura o en el cine, y darnos cuenta de que no se trata de dramatismo.

Por razones laborales, me encontraba viviendo en un pequeño pueblo en las afueras de Basilea, Suiza, con mi esposa y mis dos pequeñas hijas de nueve y siete años. Desde el punto de vista de un latinoamericano, la seguridad en el pueblo era impresionante… sin robos, sin rejas, ni violencia.

Vivía en un conjunto de edificios, cada uno con tres plantas, muchas áreas verdes. Existía una zona para bicicletas, en donde cada vecino, adulto o niño podía dejar la suya sin necesidad de artilugios de seguridad… nadie tomaba lo que no era suyo.

Mis hijas a su corta edad habían vivido en un mundo de rejas y candados, para ellas lo que no estuviese así, en su inocencia, era algo disponible. Ellas veían esas bicicletas sin ningún tipo de protección: venían niños o adultos que tomaban una y se iban felizmente pedaleando.

Un día desde mi balcón vi a mis hijas con una bicicleta cada una. Eran de niños pequeños, ya que ellas nunca habían aprendido a conducir sin rueditas. En ese momento entendí el significado de la frase “se me arrugó el corazón”.

Bajé inmediatamente para explicarles, no las reprendí, porque estaba seguro de que, a su corta edad, sería difícil comprender la diferencia de dos mundos. En ese momento, sin saber de dónde vino la inspiración, les dije que seguramente en el bosque cercano alguien sabía que ellas eran niñas buenas y les enviaría regalos.

Así nació el Duende de Ettingen, un personaje que durante una semana les envió cartas al buzón, y les dejó dulces y otras chucherías. Al final de esa semana, un sábado, el duende les mandó una cantidad de pistas para que consiguieran un tesoro. Yo me ofrecí para ayudarlas y las acompañé durante el recorrido… Después de dos horas, encontramos el tesoro… dos bicicletas nuevas.

El recuerdo de las caritas de mis hijas, después de treinta años, es algo que todavía me hace sonreír. Sé que la expresión no existe, pero tendría que decir: “Se me desarrugó el corazón”.

Luis Alejandro Rodríguez e1653666013155
Luis Alejandro Rodríguez Castillo es médico venezolano, Master en inmunología del IVIC y Nebraska University. Fue Scientific Adviser en Sandoz Switzerland. Escritor y guionista para la ciencia. Desde hace varios años escritor para el espíritu. Autor de “El Tweet de Dios”.
luisr168@gmail.com

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