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Sardinas,<br/> por Luli Delgado
124b, Luli Delgado

Sardinas,
por Luli Delgado

Mi cotidianidad está llena de cosas que me quedo sin entender, pero tampoco puedo andar por la vida pidiendo explicaciones. El otro día en el Metro comenzó a acercarse a mí una persona agitando los brazos efusivamente. Ahí pensé: “O está loca de atar, o acaba de encontrarse con quien había acordado”. Por un momento pensé que venía a mi encuentro, pero no. Me pasó por un lado, perdida en su entusiasmo, y yo resolví no voltear para salir de dudas. Total, no era conmigo. Por fin llegó el vagón que yo esperaba y me monté o me montaron, todavía no estoy segura. En uno de los frenazos casi le caigo encima a un señor, pero quedó claro que no era por asedio sino por mi papel de sardina en aquella lata. Si te agarras del tubo, te mueres de pensar que tocas un tubo que ha tocado un mont...
Segundos nombres,<br/> por Lucy Gómez
124b, Lucy Gómez

Segundos nombres,
por Lucy Gómez

¿Tienes segundo nombre? Yo sí. Nunca lo uso.  Mi mamá me lo puso, porque, amante de la música y la danza clásica, tenía un balé preferido, Coppélia, donde un inventor misterioso crea una muñeca danzante del tamaño de una mujer. Creí que me ponía el nombre de la muñeca, pero con el tiempo descubrí que era el del inventor. Nadie pudo nunca escribirlo correctamente, sobre todo en las jefaturas y registros civiles, así que terminé llamándome Lucy Copella en la cédula de identidad,  sufriendo  burlas y sobrenombres  en la escuela por ser gorda, sacar buenas notas y llamarme raro.Desde que pude me llamé Lucy para todo el mundo y odio los segundos nombres.  Se sufre horrores llamarse Canuta, Segismunda, Agapita… ¿Qué tal Luis Pantaleón, Juan Benemérito o Crescencio Anthony?Yo sé que las intencion...
Tres gnomos,<br/> por Leonor Henríquez
124b, Leonor Henríquez

Tres gnomos,
por Leonor Henríquez

read it in English      Son rellenitos y narizones, visten traje a rayas y gorros puntiagudos. Sus barbas son blancas y suaves.Los bauticé Pepe, Paco y Luis. Son tres gnomos, se los tejí a mis nietos.Aquí terminaría esta aburrida historia si no fuera por lo que pasó a continuación.Al día siguiente de terminado mi proyecto, me pareció que los duendecillos no estaban donde los había dejado la noche anterior.Juraría que los había dejado sobre la chimenea, y los conseguí en el dosel de la ventana.Considerando que la pérdida de la memoria es el primero de los tres signos del envejecimiento y los otros dos se me olvidaron (chiste que nunca me olvido de repetir), pues pensé que me había equivocado.También me pareció extraño que cuando me acerqué a verlos, me lucieron mejor terminados, sin las “pe...
El duende de Ettingen,<br/> por Luis Alejandro Rodríguez
124b, Luis Alejandro Rodríguez

El duende de Ettingen,
por Luis Alejandro Rodríguez

Hay situaciones en la vida que nos hacen comprender el verdadero significado de una expresión que encontramos en la literatura o en el cine, y darnos cuenta de que no se trata de dramatismo.Por razones laborales, me encontraba viviendo en un pequeño pueblo en las afueras de Basilea, Suiza, con mi esposa y mis dos pequeñas hijas de nueve y siete años. Desde el punto de vista de un latinoamericano, la seguridad en el pueblo era impresionante… sin robos, sin rejas, ni violencia.Vivía en un conjunto de edificios, cada uno con tres plantas, muchas áreas verdes. Existía una zona para bicicletas, en donde cada vecino, adulto o niño podía dejar la suya sin necesidad de artilugios de seguridad… nadie tomaba lo que no era suyo.Mis hijas a su corta edad habían vivido en un mundo de rejas y candados, ...