Gente que Cuenta

El extraño meteoro de Tunguska, por Rafael Sylva Moreno

“Un astro, por largo tiempo hundido en las profundas tinieblas y con color siniestro del hierro oxidado vendrá a obscurecer la luna, a la cual herirá de muerte con llaga sangrienta”.

Nostradamus
Michel de Nostredame
(1503-1566) astrólogo, médico y vidente, mejor conocido como Nostradamus,  autor de “Las Profecías”, una colección de 942 cuartetas poéticas que se cree que predicen eventos futuros. El libro se publicó por primera vez en 1555.

Lo anterior forma parte de una de las profecías de Nostradamus donde el célebre vidente vaticina que un astro rojizo, por mucho tiempo perdido en la negrura del espacio, irrumpirá en nuestro sistema solar, alterando el balance de los planetas, hasta que finalmente chocará con nuestro satélite terminando así la edad de la luna, cuya duración ha sido de siete mil millores de años.

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Todas las culturas conocidas, le han conferido innúmeras atribuciones a la Luna y al Sol. Mitología, ciencias ocultas, estudios científicos, creencias populares…

Según los astrólogos, el destino o edad de la luna durará siete milenios, hasta que en 1980 o 1981, terminará en violenta conflagración, dando así comienzo a la edad del sol.

Astrológicamente la luna es nefasta, ya que influye sobre las multitudes y sus más bajas pasiones, en cambio el sol es espiritual e influye sobre los instintos elevados del individuo.

¿Es posible que algún astro errante penetre en el sistema solar y haga impacto en la luna? y de ser así, ¿por qué no en la tierra?

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“Las posibilidades de que un meteoro grande o un asteroide choquen con nosotros no son tan remotas como algunos se suponen. En lo que va de siglo, por ejemplo, la tierra ha experimentado varios impactos directos de grandes masas provenientes del espacio.”

Aún más sobrecogedor es el hecho de que el 30 de octubre de 1937, hace sólo 34 años, un asteroide llamado Hermes prácticamente rozó la tierra alarmando considerablemente a la comunidad astronómica. Este asteroide tiene un diámetro de más o menos 3 kilómetros y su órbita lo acercó a una distancia de sólo 500.000 kilómetros.

Si juzgarnos esa distancia en términos terrestres, es obvio que el asteroide pasó muy lejos de nuestro planeta. Pero en términos astronómicos, y estos son los que en realidad valen en este caso, Hermes nos rozó peligrosamente, ya que por sólo tres segundos no impactó en nuestro planeta.

Dicho de otra manera, esta masa capaz de borrar todo el Distrito Federal de Caracas del mapa, no nos chocó por el margen de un par de grados de inclinación de su órbita y una mínima diferencia de velocidad relativa a la tierra.

Hermes es sólo uno, de más de 40.000 asteroides cuyos diámetros van desde un par de kilómetros hasta los 1.200. Estas montañas voladoras por lo general tienen órbitas elípticas alrededor del sol, pero la atracción de los planetas afecta sus rutas acercándolos a veces a la tierra.

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El Sistema Solar, representado a una escala muy lejos de la real, la única forma de visualizarlo con sus cuerpos principales. no sería factible crear una imagen a escala del sistema solar con representaciones detalladas de todos sus cuerpos principales: mostrando el Sol, planetas interiores, cinturón de asteroides, planetas exteriores y un cometa.

Hace muy poco, en 1938, una luz brillantísima iluminó el paisaje de Pennsylvania e inmediatamente una espantosa explosión sacudió toda la zona. Muchos creyeron que el fin del mundo había llegado, pero luego se estableció que había sido un gigantesco meteorito, cuyo ángulo de entrada a la atmósfera lo había hecho explotar antes de tocar la tierra.

De haber caído a un ángulo levemente diferente, de seguro que habría vaporizado totalmente a la ciudad de Pittsburgh junto con todos sus habitantes.

En el libro Furia en la naturaleza se narra un dramático suceso que ocurrió en Siberia en 1908 cuando algo que aún no está bien definido explotó a cinco kilómetros sobre la llanura, vaporizando toda el área.

En ese libro, el autor Frank Lane, dice lo siguiente: “Es realmente espeluznante el comprobar que ese gran meteorito cayó exactamente en la misma latitud de Leningrado. De haberlo hecho cinco horas más tarde, la rotación de la tierra hubiera puesto a la gran ciudad rusa directamente en la zona de impacto. ¿El resultado? Destrucción total y muerte instantánea para la ciudad y sus habitantes”.

El 30 de junio de 1908 ese visitante del espacio terminaba su largo viaje en flamígera catástrofe y se le llamaría el meteorito de Tunguska. Pero, ¿era en realidad un meteorito?

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El evento de Tunguska ocurrido en La Siberia

Un pastor que se encontraba a buena distancia del rio Yenesei, en Siberia, esa misma mañana de junio, notó cómo sus animales se inquietaban sin razón alguna. Actuaban como ante algún peligro, pero nada quebrantaba la paz de esa madrugada de verano, por lo que el pastor decidió prepararse un desayuno.

En ese momento comenzó a escucharse un ruido inquietante. Era indescriptible, extraño, y aterrorizó a los animales. El ruido aumentaba y el pastor invadido por el pánico, cayó de rodillas.

Entonces el aire mismo se incendió, la tierra se sacudió como golpeada por un puño gigante y el objeto gigantesco que venía del espacio explotó con una furia que fue registrada en toda la tierra. El pastor, único testigo visual del suceso, salvó su vida pues al caer de rodillas rodó hasta una profunda zanja que había dos metros más abajo.

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Nuevas teorías sobre el evento ocurrido en Tunguska

Así la onda de aire ardiente que barrió la zona como un huracán, no lo mató, pero su rebaño junto con todo ser viviente en la zona, murió carbonizado. Los árboles aplastados y quemados así como toda la vegetación cercenada indicaban la fuerza del impacto.

Los sucesos políticos que comenzaron a ocurrir en Rusia a partir de 1905 no permitieron dar mayor importancia al de Tunguska y fue sólo después de la primera guerra mundial y la revolución rusa, que un grupo de científicos soviéticos llegó a la escena del suceso.

Tunguska
“Al examinar el lugar, los científicos tomaron cuidadosa nota de los daños, y algo les extrañó sobremanera: el gigantesco impacto no dejó huella de cráteres y en realidad todas sus características eran poco usuales”

El año: 1927. Al examinar el lugar, los científicos tomaron cuidadosa nota de los daños, y algo les extrañó sobremanera: el gigantesco impacto no dejó huella de cráteres y en realidad todas sus características eran poco usuales. El asunto fue dejado así y las fotos y documentación pasaron a la Academia de Ciencias de Moscú.

Después de la segunda guerra mundial, Rusia abrió Siberia para la colonización e industrialización y esto permitió que otra expedición científica visitara la devastada de Tunguska. Como sus predecesores, se extrañaron de lo que vieron y aún más de lo que no vieron.

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Kasentsev: el peso de la evidencia claramente ubica la explosión a un poco más de 5 kilómetros sobre el centro de la destrucción. Los daños son idénticos a los de artefactos atómicos bajo condiciones similares. La radiación, los metales mixtos examinados, las exhumaciones de cadáveres con grandes acumulaciones de radioactividad, todo indica una explosión atómica.”

Uno de los más intrigados fue el doctor Alexandre Kasentsev, quien también formó parte del grupo soviético que visitó los restos de Hiroshima para estudiar los efectos de la explosión nuclear que acabó con esa ciudad japonesa. Kasentsev notó inmediatamente la similitud entre éstos y los de Tunguska. Había demasiadas coincidencias. Sus sospechas y argumentos fueron tan convincentes que el gobierno envió una tercera expedición hace poco a la zona del impacto.

Invirtieron meses perfilando el patrón radioactivo del terreno. Releyeron los reportes donde testigos oculares hablaban de una gran nube en forma de hongo en la distancia. Excavaron toneladas de terreno, y llegaron a establecer una inquietante teoría: Kasentsev y la mayoría de sus colegas sostienen que no fue un meteorito corriente lo que se desintegró sobre Siberia aquella mañana de 1908, sino un tipo de objeto artificial impulsado por energía nuclear, el cual explotó sobre la tierra cuando estaba a una altura de 5 kilómetros. y medio.

Van más lejos y sin reservas opinan que era una nave espacial tripulada. Citamos parte del reporte de Kasentsev: el peso de la evidencia claramente ubica la explosión a un poco más de 5 kilómetros sobre el centro de la destrucción. Los daños son idénticos a los de artefactos atómicos bajo condiciones similares. La radiación, los metales mixtos examinados, las exhumaciones de cadáveres con grandes acumulaciones de radioactividad, todo indica una explosión atómica.

Aprobemos o no, hay que admitir que lo que hasta ahora se ha conocido como el meteoro de Tunguska, era en realidad una construcción artificial, metálica, de gran tamaño, con un peso que sobrepasa las 500 toneladas y que venía dirigida a colocarse en órbita de la tierra cuando, por alguna razón u otra, fue atrapada por la atracción gravitacional de nuestro planeta. Este objeto tripulado, irremisiblemente entró a la atmósfera con gran velocidad y la fricción le hizo arder. Es fácil pensar que ante la catástrofe se activaron los sistemas de auto destrucción de la nave y ésta explotó, prefiriendo sus tripulantes esa suerte antes que destruir el planeta que visitaban”.

Y continua Kasentsev: “La evidencia es indiscutible de que en ese día ya lejano, fuimos visitados por seres inteligentes de algún sitio no identificado en la galaxia. Su viaje terminó en tragedia, pero esto es incidental; la exploración no es detenida, sino demorada por el fracaso. Si vinieron aquí deliberadamente, podemos esperar otra visita. Ojala así sea”.

Y termina el científico soviético diciendo: “En la catástrofe del río Yenesei en 1908, perdimos huéspedes del universo”.

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Rafael Sylva Moreno fue un caraqueño que nació en 1926.
Se inició como libretista y productor radial en varias radios, hasta que alcanzó su mayor éxito como escritor, productor y director del programa Nuestro Insólito Universo en la radio venezolana, desde principios de los años setenta hasta 2014.
También produjo novelas y documentales con historias sobre los caciques venezolanos, para Radio Caracas TV y la CMQ de Cuba, así como series de cine para la Creole Petroleum Co. y la Fundación Neumann. Fue articulista y profesor de radio en varias universidades y publicó ocho libros, la mitad relacionados con su programa estrella.
Ganador de infinidad de reconocimientos del mundo de la televisión y la radio, fue reconocida también su trayectoria como pintor, pues expuso en Caracas, Bogotá y Nueva York, y representó a Venezuela en las Bienales de Venecia y Sao Paulo en 1955.
Falleció en Alachua, Florida en 2018.

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