Gente que Cuenta

El infierno son los otros,
por Alfredo Behrens

Jean Paul Sartre Atril press
“Pero aun así el muy idiota se creyó en la libertad de segar mi placer, secándome el cigarro que yo contento fumaba…”

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      En estos días hace frío en Portugal. Ayer me vi buscando un solcito. Acabé sentándome en un banco de piedra en un lugar que ni plaza era, aunque por su diseño, alguna vez quiso serlo. Porque estaba bueno, encendí un puro de no sé dónde. También estaba bueno.

Fue cuando avisté a un hombre alto que de la mano llevaba a su madre. El tipo no era joven y su madre, de paso cansino, tendría unos ochenta y más. Podrían haberme dejado un recuerdo bucólico si no fuera por la estupidez que el tipo me dijo. Al pasar frente a mí, como queriendo comunicarse, no encontró nada mejor que preguntarme si mi cigarro no me haría mal.

O sea, al tipo no lo conozco, ni sé por qué razón Dios lo puso en mi camino. Pero aun así el muy idiota se creyó en la libertad de segar mi placer, secándome el cigarro que yo contento fumaba. No le menté su madre porque la señora estaba presente, aunque ni pareció reconocer mi presencia.

Siguieron su camino y yo recordé otra ocasión semejante. Estaba en Cambridge para mi doctorado, alojado en dependencias monásticas, de esas en las que se compartía retrete y cocina. En esta había una pequeña nevera donde los ingleses, muy comedidos, guardaban sus botellas de leche de un día para otro. Aunque las botellas eran bien chiquitas los ingleses se las ingeniaban para que les durasen dos días, por lo menos.

Pues bien, para consternación de mis vecinos, en esa neverita yo puse una chuleta cruda. Aunque estaba bien envuelta, se veía que era una chuleta. Una vecina llegó a preguntarme si la chuleta no daba cáncer. Ahora bien, yo venía de una tierra en la que corríamos atrás de los toritos para arrancarles las bolas y comérnoslas. No había bolas en la carnicería inglesa, así que me compré una chuleta, ¿pero cáncer? ¡Válgame, Dios!

En Cambridge me doctoré cuatro décadas después de que Sartre escribiera su pieza Entre cuatro paredes. Ayer, también cuatro décadas más tarde, me deparé con un transeúnte de actitud semejante a la de mi vecina en Cambridge, o sea, transcurridas ocho décadas desde Sartre, volvía a verificar la imposibilidad de una mirada que no nos remita al infierno que son los otros.

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Alfredo Behrens es doctor por la Universidad de Cambridge, profesor de estrategia y cuestiones interculturales en la escuela de negocios FIA de São Paulo y para Harvard Business Education.
Algunos de sus libros pueden adquirirse en Amazon.
ab@alfredobehrens.com

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