
Cuando hablamos de “Noroeste” en el título, mirando el globo terráqueo, visualizando América del Norte, nos referimos precisamente al noroeste de Canadá. Se trata de una mítica ruta marítima que conectaría los océanos Pacífico y Atlántico en torno al Círculo Polar Ártico, reduciendo considerablemente la distancia entre Europa y Asia.
En los siglos XV y XVI, al inicio de la navegación comercial y de las grandes conquistas europeas, las rutas marítimas entre Europa y China sólo eran posibles bordeando el sur de África, digamos hacia el este, o por el sur de América del Sur, a la izquierda, hacia el Pacífico. Fue entonces cuando empezaron a aparecer los intentos de acortar estas rutas marítimas apuntando al norte de Canadá, circunvalando la mismísima Tierra alrededor del Ártico. Sin embargo, el hielo, el frío extremo, los vientos y los inhóspitos mares del norte, hacían imposible la travesía náutica en las precarias embarcaciones de la época. La búsqueda de este pasaje terminó siendo abandonada durante mucho tiempo, debido a estas condiciones adversas, a las innumerables pérdidas humanas y materiales.
Hasta que, en 1906, el tal paso al norte del continente americano fue conquistado por el explorador noruego Roald Amundsen, realizando la travesía de Este a Oeste, en tan solo… tres largos años. Se pasaron casi 40 años para que el canadiense Henry Larsen hiciera el mismo viaje en dirección opuesta, oeste-este, a través del mar, demorando dos años y cuatro meses (algunos ya lo habían hecho sobre el hielo, con trineos y perros).
Desafortunadamente, como todos sabemos, el calentamiento global y la reducción de la capa de hielo del Ártico harán que el legendario Paso del Noroeste quede libre como vía fluvial comercial y sorprendentemente… también turística en parte del año.
Actualmente, un barco comercial entre Londres y el puerto de Osaka en Japón recorrería 23.300 km por el Canal de Panamá o 21.200 km por el Canal de Suez, pero con el Paso del Noroeste libre, leve y suelto, la distancia sería de 15.700 km.

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