Gente que Cuenta

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Escena de banquete en una miniatura de “La verdadera historia de Alejandro Magno”. Principios del S. XV

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Reunión familiar. Almuerzo. Mesa rectangular con sus participantes. Tíos, tías, hermano, hermanas. Hijos, hijas sobrinos.

Sentado erguido, esperando a que comenzara la comida. El tío mayor. El más severo. El dueño de la casa. Mi tío.

Tenía una mirada severamente conciliadora. Sentado al final de la mesa, pecho hinchado, corte de pelo autoritario y orgulloso, esperando que su mujer, mi tía, ponga el último plato de arroz en la mesa.

Los demás participantes continúan con su familiar cacofonía, risas, gritos infantiles, cubiertos y vasos. Conversaciones sin trillar ni orillar.

Observo que mi tío, después de ver a mi tía sentarse, endereza aún más el pecho, avanza hasta la fuente y toma su porción. Y oficializa el inicio de la comida. Y comienza un soplo mandibular.

En un momento, mi tío se dirige a mí y cuestiona mi incredulidad religiosa. Entonces, entre dos bocados, me pregunta por qué no creo en Dios.

Con la boca abierta frente a un tenedor con un trozo de pollo, me detengo. Y lentamente, avanzo el tenedor en mi boca, y mastico. Despacio. Y observo a mi tío. Quien me mira.

Confirmo mi incredulidad. Avanza con una confrontación al estilo del apaciguamiento doctrinal.

Respondo con una frase comprensiva, conciliadora. Estipula un límite irreducible. Contrapunto con un elogio a la comida. Él, indiferente a los elogios, cita tópicos eclesiásticos.

Desviación, al buscar un muslo. Avanza, con el tenedor en el aire, como un cruzado ante Saladino. Intento refugiarme en la ensalada. Pero ya buscando la pimienta.

Mi tía, rostro delgado, ojos amablemente sumisos, anticipando el caldo derramado, avanza con las caraotas en mi plato…

– ¿Puedo poner caraotas?

– No me gustan …

Silencio. Las mandíbulas se detienen brevemente. Mi tía, con una cucharada de caraotas paralizada en mi plato, me mira como si estuviera al final de un tubo de microscopio.

Retira lentamente la cuchara. Pone de nuevo en el recipiente con el grano. y se dirige a su lugar en la mesa, murmurando… murmurando…

-…que no creas en Dios, vamos… ¡¡¡PERO QUE NO TE GUSTEN LAS CARAOTASS!!!….


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Ricardo Martins, periodista e investigador, con trabajos para la Editora Abril, TV Cultura y Fundación Roberto Marinho.
ricardomarts@yahoo.com.br

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