El señor de mi casa y yo estábamos esperando a que nos pusieran las vacunas de la gripe y el COVID, cuando frente a la farmacia, en la plaza, vimos un funcionario de aseo urbano con una vara alta en la mano. Terminó siendo un plumero, y su tarea del día era pasárselo a los semáforos. ¡Eso mismo! Supongo que para que el verde quedara más verde y así con el resto de los colores. “Verde, que te quiero verde”, Amarillo, que te quiero amarillo y rojo, que te quiero rojo, mi imaginación se puso a jugar…
De los sitios de donde yo vengo, esa tarea simplemente no existe. Es que ni un manguerazo, y dele gracias a Dios que funcionan. ¿Quién la habrá inventado?
Lo seguía observando absorta, es que no se me quitaba la sensación de sorpresa, y mientras lo miraba, mi mente iba orquestando una posible entrevista con él, de esas que sirven para los manuales de cargos.
- Usted, ¿a qué se dedica?
- A desempolvar semáforos
- ¿Y cuántos semáforos desempolva por día?
- Eso depende…
- ¿Y cada cuánto tiempo les pasa el plumero a los semáforos?
- Cada vez que empiezan a ponerse opacos.
- Y ¿se dedica a esto solamente?
- Bueno, a veces me toca barrer los rieles del Metro y pulir las astas de la plaza.
- Y ¿cuánto tiempo tiene en este trabajo?
- Lo heredé de mi padre, me respondió orgulloso, que limpiaba semáforos y tranvías, porque en esa época todavía no existía el Metro.
- Y ¿le gusta su trabajo?
- ¡Me tiene que gustar, es el que tengo!
Iba a seguir, pero no se me ocurrió qué otra pregunta podría hacerle y de paso nos llamaron para que fuéramos a ponernos las vacunas.
Cuando salimos ya no estaba…