Primera ilustración de los personajes Christopher Robin y Winnie the Pooh, creados por Alan Alexander Milne
Recuerdo claramente el osito de peluche que siempre llevaba conmigo cuando era pequeño. No era el único niño que tenía un juguete de esos, y nuestra amable maestra los colocaba a todos en una estantería. Me sentía reconfortado al ver mi osito y saber que estaba allí, como un pequeño guardián de mi tranquilidad.
Con el tiempo entendí que ese osito era mi compañero de transición, algo que muchos niños tienen hasta que comienzan a independizarse un poco de sus padres. Ahora, solo me quedan las fotos de mi infancia con ese querido osito. ¿Acaso habremos reemplazado esos objetos de transición con otros menos evidentes?
Hoy en día, nuestros puntos de referencia no son ositos de peluche, sino grupos de personas que nos rodean y con las que nos comparamos y orientamos, incluso en términos de normas, apariencia y comportamiento. Estas figuras de referencia nos ayudan a entender nuestro lugar en el mundo que nos rodea, brindándonos un sentido de pertenencia y estabilidad. Sin ello, podríamos sentirnos algo náufragos, perdidos y desorientados.
Pero ¿qué sucede con los que emigran? Al aferrarse a sus antiguos puntos de referencia, les resulta difícil adaptarse a la nueva sociedad. Este proceso de reintegración a menudo viene acompañado de un sentimiento de alienación de su sociedad de origen, lo que puede causar trastornos en su comportamiento.
Personalmente, he vivido en seis sociedades distintas y trabajado en muchas más. Como un emigrante serial, puedo asegurarles que no fue un camino sencillo. A veces me pregunto si habría sido más fácil quedarme con mi osito de peluche.
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