Nadie había visto nunca una moto en Altagracia de Orituco. Hasta ese día, solamente bicicletas se habían visto. Más de una madre asustaba a un muchacho tremendo, advirtiéndole que la moto de Chuchú Marrero recorría Altagracia con una gallardía que no se le había visto antes. Si alguien iba caminando por la calle Bolívar de Altagracia y Chuchú Marrero pasaba en su moto, la gente se paraba hasta que Chuchú terminara de pasar.
La vieja Elba Esteves fue la primera doñita del pueblo, a la que Chuchú Marrero le hizo un mandao. Se fue en su moto hasta Calabozo y le trajo a la vieja Elba unas gotas de valeriana, porque ella decía que de vez en cuando veía a Elbita su hija. Elbita había muerto de paludismo hace unos años. Aquellas visiones ponían muy nerviosa a la pobre mujer y por recomendación de su amiga Carmen Ramona quiso conseguir las gotas de valeriana.
Otro día, Chuchú Marrero se fue en su moto hasta Ocumare del Tuy. Al muchachito de Brígida Plaza lo había mordido una culebra y el médico del pueblo, el doctor Manfredinni había muerto el día anterior, porque ya estaba muy viejito. Así que Chuchú se fue a media noche hasta Ocumare a buscar a un doctor por allá. Y afortunadamente tuvo suerte, trajo al doctor y el muchachito de Brígida Plaza se salvó de morir.
Un día, muy temprano, se oyó como a las cuatro de la mañana, que Chuchú Marrero prendió su moto. Cuentan algunos que lo vieron pasar frente a su casa. Ya a las nueve de la mañana todo el mundo daba fe de que habían escuchado el ruido de la moto al pasar frente a su casa. Lo cierto es que más nunca se vio a Chuchú Marrero y su moto. Los que se paran temprano en la madrugada, dicen oírla de vez en cuando.