Por razones que la razón desconoce, parafraseando a Pascal, vuelve al paisaje de mi vida este adagio clásico, Festina Lente, que se traduce como: Apresúrate Lentamente.
Me volqué a buscar en mis cajas polvorientas, cofres y baúles viejos, un colgante que compré en México hace veintitrés años.
Y lo encontré.
El ancla y el delfín, el Festina Lente, volvió a mi cuello.
Pareciera un absurdo radical, un oxímoron, apresúrate lentamente, pero se trata de ese fino balance entre la urgencia y la diligencia.
En Venezuela se traduciría como “sin prisa, pero sin pausa”.
El emperador romano, Augusto, lo utilizaba como la divisa de su ejército (en aquel tiempo lo representaban con una mariposa y un cangrejo), y se convirtió en un lema muy popular en el renacimiento.
La Fontaine lo inmortalizó en su fábula de la liebre y la tortuga.
En fin, los curiosos pueden consultarle a Mr. Google, pero para efectos de estas breves líneas, es solamente un recordatorio de que, como dice otro adagio popular: de la prisa sólo queda el cansancio.
Por ahora, acaricio mi dije de plata, mi ancla y delfín.
Me pregunto, qué mensaje de vida me murmura hoy al oído después de tantos años durmiendo en un olvidado cofre.
Por ahora, sólo le pido que me conceda prudente sabiduría, para escribir, para pensar, para esperar, para fluir sin tiempo.
Nicolas Boileau, poeta francés lo expresó así: “Hâtez-vous lentement, et sans perdre courage” es decir, “apresúrate muy despacio, y sin perder coraje.”
¡Festina Lente!