Tener un gato encerrado es poseer un misterio. A mí me encantan los gatos encerrados, aunque al final la frase no se refiera a un gato de verdad. Ahora significa tener algo oculto y es como insertar la novela conscientemente en la vida con todo el valor que lo fantástico, lo alejado de la cotidianidad fastidiosa y sin horizontes le puede dar.
Sé que la vida de muchos de nosotros se ha convertido en una novela por las circunstancias, pero no ha sido a propósito, de forma consciente.
Esto que yo propongo, no. Se trata de crear con toda intención un mundo paralelo donde se vivan partes de la realidad lejanas de lo diario, infinitamente valiosas porque las construyes con tus expectativas, experiencias o deseos.
Una de las primeras medidas a tomar es callarlo. Hablo de esto ahora porque hace tiempo que he construido los míos. Puedes crear uno o varios. No dar pistas sobre lo que haces o dejas de hacer, piensas o dejas de pensar es absolutamente difícil en este tiempo donde desde la cuna, la meta es ser aparente y transparente.
Pero es una buena práctica. Al cabo de un tiempo, sin haber movido un dedo, ya puedes gozar de la fama de persona reservada. Eso viste mucho, pero además ayuda en la tarea de no permitir que nadie crea que eres su particular muro de lamentaciones o su consultorio sentimental, tiempo que pierdes al dejar de hacer asuntos más constructivos.
Luego viene lo de montar mundos interiores y encontrar al gato que quieres encerrar. Construir perfectamente aquel mundo que te gusta, saber cómo funciona y vivir en él unas horas a la semana. Nadie tendrá un gato encerrado mejor que el tuyo. Tu novela particular.
¿Cuáles mundos? Cualquiera: el fondo del mar, el descubrimiento de nuevas partículas atómicas, la psicología infantil, la tipología criminal, cómo conversan los cristales, la evolución del diseño de sillas en el siglo pasado, la comunicación inter-especies, los cultos antiguos, las comunicaciones 5G, la caligrafía japonesa.
Pásate un rato vagabundeando por allí y construyendo tus mundos, encerrando a tus gatos, siempre tendrás una vida adonde volver.
PD: En realidad, no existen los gatos encerrados. La frase en español viene del siglo de Oro, que se encuadra con inexactitudes entre 1492, cuando se descubrió América y se publicó la primera gramática de Nebrija, hasta 1659 cuando España y Francia firmaron el Tratado de los Pirineos, que puso fin a una guerra que duró 24 años. Entonces le decían gatos a unos bolsos donde se guardaba dinero. Se tenían escondidos entre la ropa o en las casas por aquello de los ladrones. La frase más bien se refería a tener plata oculta, que a sospechar que alguien te esconde algo.