Gente que Cuenta

Haters del mundo, uníos, por Victorino Muñoz

Cada quien es como es, y pierde el tiempo de la mejor manera que considera. Cosa que es lo razonable, aunque aquí en este país tenemos la costumbre de perder el tiempo de la peor manera y no de la forma que uno quiere, sino como lo deciden los funcionarios públicos…

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Roy Lichtenstein
Olvidate! Olvídame!, 1962

Pero me estoy desviando, no es de eso de lo que quería hablar, sino de otra cosa. Quería decir, retomando el asunto, que cada quien decide cómo perder el tiempo, y que no deberíamos cuestionar las inclinaciones personales. Sin embargo, no deja de parecerme extraño que haya personas que en lugar de dedicarse a sus gustos, se dedican a sus disgustos.

Explico: hay personas que odian a Cristiano Ronaldo o a LeBron James, o a Metallica, y deciden fundar o afiliarse al club de antifans. Crean una página web o una cuenta de redes sociales, o se hacen miembros, y dale que publica todos los días a toda hora informaciones sobre los objetos de sus odios, como verdaderos enamorados al revés. Incluso, se dedican a investigarlos minuciosamente, conocen detalles que ni un verdadero fanático imaginaba.

A mí no me cae muy bien LeBron; Cristiano Ronaldo, más o menos, porque no soy tan seguidor del fútbol. Metallica sí me gusta mucho. Pero no voy a hablarles de aquello que detesto, porque es darle demasiada importancia. Tal vez mi tiempo libre es escaso y no quiero invertirlo en odios, sino en placeres.

Me imagino que muchos de estos haters no harán esto solo con sus (anti)ídolos de la música, el deporte o el cine, sino con las ex parejas o los ex amigos, y se dedican a espiarlos (ya hay un término para esto: se llama stalkear).

Jurungarse la llaga, tocarse donde nos duele, masoquismo, lo que sea. Asunto de ellos es querer vivir atormentándose con lo que no les gusta. A mí cuando me desagrada una canción o una película, cambio la emisora o el canal.

Claro, uno infiere que el exceso de odio raya en el interés, que es casi como decir en el amor, o en la envidia mal disfrazada, o en una mezcla extraña de todo eso que no sabría cómo llamar.

“De mí que hablen, aunque sea bien”, dicen que dijo Dalí. El que crea una comunidad virtual para desvirtuar a una figura pública, lejos de afectarlo, lo ayuda: son más menciones, es mayor su importancia en ese universo que llaman la Web.

Me di cuenta, hace algún tiempo, que al escribir el nombre de un género musical, que no me agrada, comenzaban a llegarme al teléfono avisos de noticias relacionadas. Entonces, opté por no usar la bendita palabra y dejé de recibir los avisos. Ni falta que me hace.

La indiferencia es mejor. Si odias a alguien, déjalo ir.

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Victorino Muñoz
valenciano, autor de Olímpicos e integrados, ganador del Concurso de Narrativa Salvador Garmendia del año 2012 y Página Roja, publicado en la colección Orlando Araujo en el año 2017.
Foto Geczain Tovar

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