Gente que Cuenta

Historia de los dos tercos,
por Victorino Muñoz

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“…muchos pensarán: «yo conozco a alguien así». Sin embargo, pocos admitirán: «yo también soy así»…”

En un puente muy estrecho, por el que solo puede circular un carro a la vez, se encuentran dos conductores, huelga decir que al volante de sendos vehículos. A la mitad se ven obligados a detenerse.

Al mismo tiempo, se hacen señas de que el otro es quien debe retroceder. Nadie cede. Uno de ellos apaga el motor; el otro lo secunda. Ambos bajan del vehículo. Ninguno de los dos profiere palabra, pero se miran altivamente, desafiantes.

De pronto uno abre la maleta el carro y, ante el asombro del otro, quien creyó en un principio que su rival buscaría un garrote o algo así, lo que ve es que saca un grueso volumen. En la portada se lee: “Don Quijote de la Mancha”. Comienza la lectura.

El otro grita:

– Cuando lo termines, me lo prestas.

Al leer esta historia, estoy seguro de que muchos pensarán: “yo conozco a alguien así”. Sin embargo, pocos admitirán: “yo también soy así”. Desde el punto de vista de cada uno de los dos conductores, el terco era el otro, no él; aunque nosotros, que vemos desde afuera, entendemos que son ambos.

Y es que tal vez en la mayoría de las situaciones donde la terquedad se pone de manifiesto, resulta que el asunto termina siendo un hecho recíproco, casi tanto como lo es el querer o el pelear. Para dar un beso se necesitan dos; para discutir, por lo menos dos; y la necedad no sería la misma si no hubiera alguien más ante quien perseverar.

Yo no sé cuál sea mi nivel de terquedad, ni si tal cosa se pueda medir; pero dependiendo del tiempo, la circunstancia y la necesidad, quizás daría mi brazo a torcer y dejaría pasar al otro, ya que es posible que, si insisto en permanecer allí, tal vez pierda algo más importante que el tonto orgullo.

Gran razón tuvo aquel sabio que escribió el letrerito del metro: Dejar salir es entrar más rápido. Pero, al parecer ya nadie lo lee, en su afán por pasar de primero y empujar al que pensamos que está obstruyendo el paso.

Así que, querido lector, la próxima vez que te encuentres a alguien en un puente estrecho, olvídate de Cervantes y busca una lectura más ligera. Como el Principito, que es más corto y está más de moda. Así puedes fingir que cediste el paso porque se acabó el libro y no te afectará tanto el ego.

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Victorino Muñoz
valenciano, autor de “Olímpicos e integrados”, ganador del Concurso de Narrativa Salvador Garmendia del año 2012 y “Página Roja”, publicado en la colección Orlando Araujo en el año 2017.
rvictorino27@hotmail.com
Twitter:@soyvictorinox
Foto Geczain Tovar

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