Sala de redacción antigua, s/f
En una nota publicada en El País de Madrid, el periodista Juan Arias, dicho sea de paso, amigo del señor de esta casa de su época en Río de Janeiro, afirma categórico que el periodismo y la poesía no pueden morir.
Me llamó la atención el título y me metí más a lo hondo a ver de qué se trataba. Arias cuenta su experiencia de más de cincuenta años en el oficio, durante los cuales fue corresponsal en Italia, El Vaticano y Brasil, y mientras lo leía recordé frases que en mis días de Caracas eran vox pópuli : “Eso salió en El Universal”, o “Así será que hasta El Universal lo publicó”.
Más adelante, cuando tuve la inolvidable oportunidad de trabajar en ese periódico, entendí cómo un verdadero periodista mantiene a nivel la adrenalina mano a mano con la seriedad del oficio. No se publica sin confirmación, sin buscar contraste, en otras palabras, sin saber de qué estamos hablando.
Mi área de trabajo era el Centro de documentación, y, gracias a la gente de Innovación Periodística, con quienes trabajamos varios años, aprendimos a valorar el periodismo de investigación, de contexto, claves para alcanzar un trabajo de altura. “No salga a entrevistar sin prepararse, no cuente sin antes saber si hay antecedentes, contraste varias fuentes”.
Recuerdo también que cuando había una noticia muy caliente, primer resultado de unas elecciones, por ejemplo, la ruta a seguir era confirmarla con las agencias, como se dice en nuestro argot “las primeras en rebotar una información”. Imposible contar con una fuente más confiable.
Ahora que estamos invadidos de fake news, de influencers, de inteligencia artificial, vale la pena recordarlo: los periodistas serios siguen siendo nuestro puerto seguro.
De la inmortalidad de la poesía, no me atrevo a elaborar mucho, porque salvo las que me tuve que aprender de memoria en la primaria, nunca terminé de entender el género.
Pero sí, supongo que sí merece ser inmortal, como el teatro, la radio, las caricaturas, el cine, y tantas otras formas de expresión que nos mantienen de una u otra forma vivos y sobre todo razonablemente cuerdos.