Gente que Cuenta

Jefe es jefe,
por Victorino Muñoz

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Adrian Higgins,
Señor León, s/f

La expresión completa sería: jefe es jefe, aunque tenga cochochos. Para quien no lo sabe, el cochocho es una especie de piojo, que al igual que otras especies de esta familia, se alimenta de sangre.

Ahora bien, con esta frase se da a entender que el que manda en una organización, siempre va a tener un punto de superioridad, haciendo prevalecer sus órdenes, sin importar cuán detestable, mal vestido o equivocado pueda estar.

Como corolario de lo anterior, encontramos en los jefes y en los superiores distintas actitudes que no nos hacen que los amemos, ni a ellos ni al trabajo que hacemos. Una actitud típica, que me tocó vivir recientemente, es aquella según la cual no manifiestan nada cuando haces todo bien; pero el día que te equivocas, se acuerdan de tu existencia.

Y aunque es posible que te hayan dicho alguna vez unas tímidas felicitaciones con una palmadita en la espalda, que nadie más escucha o nota, ante la equivocación te van a dar una retahíla hasta por escrito, para que quede en acta que eres una bestia. No importa si tuviste cuatrocientos aciertos antes de la primera equivocación. Es el error lo que cuenta.

Hablando de errores, cuando los tienes tú, el precio que se paga es caro: te suspenden, te rebajan el sueldo, te botan sin contemplaciones. Pero si notas que falta algo en tu paga, por ejemplo, solo te piden disculpas (contadas veces), le echan la culpa al sistema o al de la contabilidad; y tú tienes que esperar hasta la próxima quincena, arrastrando una pierna coja en el presupuesto familiar.

¿Han visto a algún jefe ser reprendido por llegar tarde al lugar de trabajo? Algunos suelen ser tempraneros, porque les interesa que el ganado (léase: empleados) paste. Pero la mayoría entran a la hora que les da la gana y se van sin que nos demos cuenta. No les va a caer el techo de la fábrica encima. Claro, no vayas a hacer tú lo mismo; ni se te pase por la cabeza.

Personajes detestables como pocos, con las excepciones del caso. No toca más que padecerlos o irse a otro lugar, para encontrarse tal vez con alguien igual o peor. Porque eso de tener un buen jefe, que no sea maltratador, que no le guste que lo adulen y que acepte que se equivocó, es casi tan difícil como encontrar a la persona ideal para casarse. A lo sumo, en ambos casos, uno termina resignándose con lo menos malo que hay en el mercado.

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Victorino Muñoz
valenciano, autor de “Olímpicos e integrados”, ganador del Concurso de Narrativa Salvador Garmendia del año 2012 y “Página Roja”, publicado en la colección Orlando Araujo en el año 2017.
rvictorino27@hotmail.com
Twitter:@soyvictorinox
Foto Geczain Tovar

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