El cuerpo humano está provisto del potencial de regeneración metabólico y celular, podemos apoyarnos en suplementos para compensar el desequilibrio mientras con otras estrategias llegamos a la homeostasis que se traduce en salud y calidad de vida. Sobre todo, contamos con elementos naturales, orgánicos, que favorecen este proceso, como la cúrcuma.
La cúrcuma es una planta herbácea, se utiliza la raíz, se seca y luego se muele para obtener un polvo de color amarillo brillante utilizado como especia y como remedio natural para diversas afecciones, en su consumo vía oral. Recordando nuestro sistema inmunológico: la cúrcuma estimula la actividad de los glóbulos blancos y tiene efecto antibacteriano, antiviral y antifúngico lo que la hace útil para combatir resfriados, gripes, asma y otras enfermedades.
Contiene curcumina, un compuesto que ayuda a reducir la inflamación, el dolor y el daño celular causado por los radicales libres; favorece la desintoxicación al restaurar las células hepáticas; estimula la producción de colágeno y mejora la elasticidad de la piel; tiene efecto antiulceroso y antiséptico, lo que ayuda a curar las heridas y las úlceras, como escaras.
Puede incorporarse en la alimentación en forma de té, o agregarla a guisos, currys o batidos. Para el té de cúrcuma: hierve agua, añade una cucharadita de cúrcuma en polvo, un poco de jengibre fresco rallado, miel al gusto, mezcla y disfruta. Puedes colocarle de base una leche vegetal para conseguir un té más espeso, lo que conocemos como Latte dorado.
Hay que tener en cuenta que se trata de un complemento natural y no de un medicamento. Recomendamos consultar con un médico antes de consumirla, especialmente si se tiene alguna condición médica o se está tomando algún tratamiento farmacológico. La cúrcuma puede tener efectos secundarios o interacciones con algunos medicamentos, por lo que se debe consumir con moderación y precaución. Recordemos que el veneno está en la dosis (Paracelso).