En el siglo XVII Charles Perrault escribió una historia donde indica que la belleza, unida a ciertas virtudes, como la generosidad, puede ser el arma para alcanzar el éxito. Me refiero al inocente cuento de Cenicienta, que luego se ha versionado en las telenovelas latinoamericanas, donde la heroína, después de sufrimientos y humillaciones alcanza el trofeo (el galán de moda), el bien triunfa y el machismo sigue estando presente.
Hoy la historia vuelve a tener un remedo, pero con un resultado más divertido, donde la tecnología simplificó el recorrido de emisarios por todo un reino.
Se celebraron los 18 de un príncipe de carne y hueso, Christian de Dinamarca y a su fiesta asistieron auténticas princesas que compartieron con jóvenes provenientes de todo el país de los elfos. Ellos, los jóvenes, fueron convocados por sus logros o porque la suerte los acompañó en un sorteo hasta que la cifra sumara 200 chicos y chicas de la misma edad del cumpleañero.
Una de las invitadas fue Anne-Sofie Tørnsø Olesen, miembro de la generación Z, pero conocedora de los antiguos cuentos de Perrault. Enfundada en un modelo alejado del volumétrico de Cinderella, pues era de encaje, ceñido al cuerpo y centraba las miradas en el amplísimo escote de la espalda, Anne-Sofie tenía un plan preconcebido, hacer de esa noche algo inolvidable y mágico, una réplica de la fiesta donde la Cenicienta impactó a todos, pero su intención no era enamorar al apuesto príncipe.
Como lo había conversado con sus amigos, al salir del palacio de Amaliemborg, dejó uno de sus zapatos, forrado en lamé dorado y corrió, no porque su traje volvería a ser una harapienta saya, sino para que ninguno de los empleados se diera cuenta y se lo devolviera. Hasta ese momento Anne-Sofie era una más en la fiesta.
Al día siguiente el Instagram del palacio anunciaba que allí estaba el zapato para que su dueña lo retirara.
La intención de Anne-Sofie, según lo confesó a los medios, no era conocer al príncipe, ni mucho menos convertirse en su novia. Solo deseaba significar con ello que la noche había sido fabulosa.
No sabemos si Anne-Sofie consultó su iniciativa con la inteligencia artificial para hacerse famosa, cosa que por el momento ha conseguido y pues está en revistas y noticieros, pero ella sostiene que, ante tantas noticias malas, solo quería dar un poco de divertimento.
Creo que Anne-Sofie nos muestra que aún el romanticismo continúa vivo y que la lectura, así sea la de un simple cuento de hadas, alimenta la imaginación, nos hace atrevernos, rompemos moldes. Que el ingenio no ha muerto y que el buen humor sigue vigente. Gracias por hacernos reír un rato.