Algunas personas creen que por ser uno inteligente debería ser rico, como si un asunto fuera de la mano del otro, a manera causa y efecto. Pienso que esto depende, más bien, de dos cosas: de un tipo de inteligencia que el señor Gardner olvidó incluir. La inteligencia económica o comercial. Así la bautizaré.
La otra, es tener el deseo de ganar, por encima de cualquier otra cosa. Se trata, pues, de una cuestión de valores, en el sentido amplio del término; pero no de valores desde el punto de vista ético. Incluso, no pocas veces lo ético se riñe con el obtener ganancias.
Y es que quien valora el dinero, o lo que se puede comprar con él, llega a hacer casi cualquier cosa que su ética le permita, ya que ésta es también un límite. Es decir, si su ética es laxa, llegaría hasta matar, robar o mentir. Y en el mejor de los casos, simplemente piensa en sacar provecho de la situación.
Básicamente es algo así: un conocido (A), tiene un objeto en su casa, que no usa y que desearía vender, para poder obtener con qué comer; otro conocido (B), que no sabe nada de A, desea comprar dicho objeto. Más que desear, lo necesita, tanto como el otro necesita el dinero.
Si le doy a B el número de teléfono de A o los presento, para que se pongan de acuerdo, demuestro que no me importa ganar nada y quedo como un tonto (es lo que yo siempre hago). Pero si tengo alma de comerciante, me callo e indago sobre la necesidad de A y de B, para saber qué tanto estaría dispuesto el uno a recibir y el otro a pagar.
De la diferencia en términos porcentuales entre el precio que le doy a A por la cosa y lo que le cobro a B por la misma, es decir, de mi ganancia, se puede deducir qué tanto valoro la riqueza. Huelga decir que, cuanto mayor el porcentaje, mayor el amor por el dinero.
Muchas personas que se dedican a los negocios tal vez se indignen por mis comentarios. O me refutarán porque no siempre uno conoce a A y B. Y es verdad. Pero no tienen por qué molestarse. Esos son sus valores. Yo no trato de imponerles los míos. Está bien que compren y vendan, si ganar dinero es importante para sus vidas.
De cualquier modo, el comercio también ha traído buenas cosas, como la invención de la escritura, el descubrimiento de nuevas rutas de navegación y el intercambio cultural. Claro, estos son beneficios marginales, no la verdadera intención que se persigue. Del mismo modo que las heces abonan la tierra, aunque el animal que lo hace no esté pensando precisamente en ello.