Tocar y besar a los demás, son actividades humanas placenteras y necesarias, para demostrar amor, afecto, cuidado y preocupación, pero también se han vuelto, cada vez más en los últimos años, en actividades que deben ser plenamente consensuadas. Es decir, son como el beso de amor, que, según la famosa canción, las españolas no se lo dan a cualquiera. Se convierten, cuando no se esperan ni se consienten, en actos agresivos para demostrar superioridad, ese “yo puedo hacer lo que a mí me da la gana contigo” que golpea, somete al otro y que caracteriza la personalidad violenta de muchos seres humanos, la mayoría, hombres.
Las costumbres cambiaron y es bueno enterarse de que no se trata de un asunto político, de un tema del movimiento feminista, sino de la mudanza de los tiempos porque cada vez hay más capacidad de transparentar motivaciones, exponer públicamente actos e intenciones y considerarlas legales o ilegales en redes sociales, actos públicos o familiares, comisarías y juzgados.
Para los occidentales, existen dos impulsos divergentes en el espacio y el tiempo. Después de producido el consentimiento, la interacción parece no tener final en lo mental, ni en lo psicológico ni en lo sexual. Cada vez hay más grupos, prácticas o caminos que nos llevan a sitios y a relaciones insospechadas, pero también ojos y lenguas que intervienen en todo lo que hacemos, sobre todo si se es personaje público y si se sabe que no existe aceptación de la otra parte.
Así, puede considerarse censurable y punible todo lo que no se ha consentido: abrazos, besos, relaciones sexuales. Quien no se haya enterado, es mejor que lo haga. Porque se trata de un monstruo de dos caras: el mismo impulso que da paso a una noche pasional con alguien desconocido tras un único mensaje de texto cuando es previamente aceptado, expone y lleva a cualquiera a un juicio con daños morales y consecuencias económicas tan graves, como el caso del beso en la boca a la futbolista Jenni Hermoso, por parte del dirigente Luis Rubiales, después de la victoria mundial del equipo femenino español, que provocó un tsunami deportivo y social. No entender el mundo en que uno vive, es fatal. El machismo no solo pasó de moda, se ha convertido en un estigma ciudadano y su extinción ha comenzado. Estas son sólo algunas de las señales.