Gente que Cuenta

La génesis fue el pigmento (parte VII), por Tomás González

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Eugenio Espinoza. Impenetrable en las dunas de Coro. 1972. Foto Claudio Perna.

Los años sesenta fueron también de cambio. La Escuela de Arte pasó a llamarse Cristóbal Rojas y los nuevos profesores venían de formarse en París, Madrid o Roma. Eran los grandes nombres de la pintura venezolana en ese momento: Virgilio Trómpiz, Alirio Rodríguez, Ángel Hurtado. También se crean las escuelas de arte estadales. José Antonio Dávila, funda la Escuela de Arte de Margarita. Carlos (el Indio) Hernández Guerra, la Escuela de Arte de Anzoátegui, y Oswaldo Vigas, en Mérida, el Centro Experimental de Arte de la Universidad Los Andes. Y por primera vez hay una escuela privada de diseño y artes gráficas: el Instituto Neumann.

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Catálogo de las exposiciones Impenetrable de Eugenio Espinoza y Situaciones de Sigfredo Chacón. Tomado del libro Sigfredo Chacón, Crossing. Editorial Turner, Madrid, 2021.

Al calor de estas renovaciones, florece la llamada “generación intermedia”: Eugenio Espinoza, Sigfredo Chacón, Pancho Quilici, Víctor Hugo Irazábal, Roberto Obregón, Patricia Van Dalen, Julio Pacheco Rivas o Ernesto León. Estos llegan al arte con un concepto distinto, duchampiano: “El arte está en la idea, no en el objeto”.

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Eugenio Espinoza. Cuadricula orgánica. 1985. Colección TG, Caracas.

Eugenio Espinoza es quizás hoy el artista venezolano que mejor representa el espíritu de la abstracción contemporánea. Espinoza tomando como punto de partida el cuadrado, un elemento constante en su obra casi con atracción lujuriosa, desarrolla variaciones mediante el empleo de telas sostenidas por diferentes tensores y pliegues, modificando así los límites del formato ortogonal y eliminando los bastidores y el tensado tradicional. La cuadrícula para Espinoza es “un objeto anónimo, como un ready-made, algo que nadie inventó, que ha existido siempre, que no tiene dueño”.

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Sigfredo Chacón. Purapinturadripping grises. 2000. Colección TG, Caracas.

Sigfredo Chacón, en su honestidad frente al arte, no niega la influencia de Jackson Pollock en su pintura, antes la asume y defiende como inevitable. El dripping de Chacón, es una estructura de contornos precisos y rectangulares, en una sucesión de planos superpuestos que van dejando, en cada capa, su propia huella y creando una materia densa y táctil.

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Pancho Quilici. Fragmento de memoria 3. 2009. Colección TG, Caracas.

En la obra de Pancho Quilici, las referencias arquitectónicas son una constante que subraya características espaciales, paisajes caóticos y abandonados, con transparencias de formas geométricas superpuestas, que sugieren varios elementos en un mismo plano. Carola Barrios, curadora de la exposición TRASCARACAS: en la reconquista del tiempo, dice: “Pero ese caleidoscopio de imágenes como fragmentos urbanos, se ve entremezclado con las evocaciones imaginarias de la ciudad-ficcional: esa ciudad interior del artista donde la fantasía y el sueño se solapan y se confunden en las impresiones recogidas por el subconsciente, como planos espaciales irreales en un continuum del tiempo. Y es en el encuentro de estas dos ciudades, en ese desdoblamiento entre lo real y lo ficcional, donde se produce el argumento narrativo de esta exposición”.

Esta generación intermedia desarrolla un lenguaje plástico distinto a lo anterior y abre camino para nuevas manifestaciones de quienes los suceden.

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Tomás González (Coro, 1980). Médico oftalmólogo especialista en Glaucoma (UCV), Magíster en Historia de Venezuela (UCAB) y coleccionista de Arte Venezolano. Email: tgonzalez3000@yahoo.es

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