A las cuatro de la mañana salí a la calle, helada y oscura, en busca del camino que conduce al canal de televisión donde había sido contratado. Llovía y era la primera vez que me aventuraba por aquel camino desconocido y sembrado de rascacielos apenas perceptibles a esa hora. Hacía una semana de mi llegada a Atlanta y había alquilado un apartamentico en el piso diez de un edificio, en el centro de la ciudad, donde viven, en su mayoría, familias negras de clase media.
Aquí los blancos prefieren vivir en las afueras de la ciudad, donde abundan urbanizaciones de casas idénticas, escuelas, centros comerciales y demás servicios. De manera que dejan el downtown para las sedes de las grandes compañías, los hoteles, los turistas, los museos, los estadios, la gente de color y los homeless. Pero yo, llevando la contraria a lo establecido, decidí quedarme en el centro porque así podría irme a pie hasta el trabajo, evitaba la compra de un carro más el gasto de gasolina y finalmente porque resultaba “más interesante” y tendría una buena “dosis de color local”.
Pero lo que no entró en mis cálculos fue la asignación del horario de trabajo que se me dio, desde las cuatro de la mañana hasta las doce del mediodía. Así fue como bajo un aguacero inclemente y en medio de la oscuridad, me inicié en la aventura de convivir con los negros de Atlanta, mejor conocida como la “meca negra”.
Había aterrizado en uno de los más retardatarios estados de la unión, Georgia, el mismo que fue quemado por los yanquis hasta la última tabla durante la Guerra de Secesión por negarse a aceptar la derrota y con ella el fin de la esclavitud. La misma que un siglo después aceptaría, a regañadientes, el derecho al voto de los negros. La misma que tuvo que esperar hasta 1964, cuando Lyndon B Johnson promulgó la Ley de Derechos Civiles, que prohibía la segregación racial.
Así fue como bajo un aguacero inclemente y en medio de la oscuridad me inicié en la aventura de convivir con los negros de Atlanta mejor conocida como la “La Meca negra”.
Roberto Giusti nació en Rubio, Venezuela. Se graduó en la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, y tiene en su haber tres premios nacionales de periodismo.En los años 90 cubrió para la prensa venezolana el derrumbe del imperio soviético.