Gente que Cuenta

La Pared, por David Volcán

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Fotografía de Jim Coyle,
1943-2015

 En la sala de espera las revistas ajadas se desbordan. Esperar en el consultorio requiere suerte para sacar algo bueno de una Cosmopolitan. “Cómo encender la pasión en tu habitación”, parecía la sentencia inequívoca de cómo resolver lo que pasaba, o no pasaba, cuando nos íbamos a la cama. “No tengas televisor en el cuarto. No lleves trabajo a la cama. Prende un incienso. Ponte perfume. Ten cortinas para bloquear la luz. Ten música a la mano. Pinta una pared de rojo”. ¿De rojo? En seguida pensé en un rojo que haría ver muy puta la habitación. Después explicaba que una pared roja hará que el ambiente de la habitación sea idóneo para tener sexo. Seguía pensando en rojo y me venía a la cabeza una pared roja Ferrari en pintura de aceite. Sé que no era a lo que se refería el artículo, pero mi mente insistía en que así se vería. Brillante como un burdel barato.

En una pared estaba el closet y la puerta del baño, en otra la ventana, la que estaba frente a la cama, tenía un gran mueble con gavetas, y no podía imaginarme ver esa pared roja cada vez que me despertara. La única era la que estaba detrás de nosotros. Quizás cuando saliera de la consulta, vendría con alguna explicación del doctor, pero si no, yo pintaría la pared de rojo puta.

No hubo recetas. No había un medicamento para hacer las cosas más fáciles cuando nos fuéramos a acostar. La palabra que resolvía lo que pasaba era estrés. Sentía que era una estafa. La espera, la distancia y el diagnóstico era: estrés. Compré un galón de color vino fresco. Era una especie de terracota. El vendedor decía que irradiaba luz mientras despertaba la pasión. Creo que el artículo de la revista había sido patrocinado por las tiendas de pintura y que el tipo que me la vendía sabía que tenía “problemas en la alcoba”.

Un color fuerte deja vetas sobre el blanco. Ese día tuvimos que dormir en la sala mientras las tres manos de pintura se secaban. La impaciencia por volver a la nueva habitación erótica no cambió en nada, nada. Era una tontería pensar que una pared roja cambiaría algo. El estrés era más fuerte que los gurús sentimentales de cualquier revista.
La pared del respaldar, la pared color vino fresco da con los vecinos. Hay veces que pego la oreja para escucharlos. Parece que el rojo trasmite más el sonido que el blanco ostra. Los he escuchado un par de veces. Creo no sufren de estrés.

Javier Volcan Atril press
Javier David Volcán Romano
Nacido en Ciudad Bolívar. Vivo en Margarita desde 1998
Fotógrafo especialista en el área gastronómica y documental.
Colaborador en El Nacional, Todo en domingo y GastronomiaEnVenezuela.com
Publicaciones editoriales con Libros el Nacional, ULA, El Mercurio de Chile y Miro Popic.
Actualmente, me dedico a la fotografía gastronómica publicitaria y tengo una empresa de distribución de productos artesanales alimenticios.
jdvolcan@gmail.com

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