Si no fuese trágico, sería divertido ver a países jóvenes hacerse los grandes. Se ven como aquellos niños que visten las ropas de sus padres. Hasta nos hacen gracia, a menos que jueguen con fuego.
Fue lo que le pasó al Brasil cuando perdió buena parte de una generación de ingenieros y técnicos aeroespaciales cuando intentaba lanzar un cohete. Por eso de que quiero ser grande y no quiero esperar a crecer, Brasil tomó atajos en el arte de lanzar cohetes y uno se prendió fuego en la plataforma. Quemó todo y a todos alrededor.
Nunca se supo bien porqué pasó. Se sabe, sin embargo, que días antes los técnicos reportaban que sentían choques eléctricos al tocar al cohete, como cuando uno toca una refrigeradora mal instalada.
Averiguar por qué el cohete daba choques habría atrasado el lanzamiento previsto para tres días más tarde, frente a las autoridades. Como en aquel chiste, los responsables por el lanzamiento querían mostrarse capaces, y se pasearon frente a las madres sin manos, sin pies y hasta sin dientes, ni nada. A raíz de esa tragedia Brasil aceleró un acuerdo con Ucrania para utilizar su tecnología de cohetes. Vea justo con quien. Hoy por hoy Ucrania está amenazada de invasión.
Argentina se gaba de haber sido uno de los primeros países en volar un avión a chorro. Sin la ayuda de los ingenieros alemanes huidos al terminar la guerra no creo que aquel avión Pulqui hubiera volado. Cuando se fueron los alemanes se acabó el proyecto argentino; igual con el proyecto brasilero para lanzar cohetes cuando se fueron los ucranianos. Hoy la plataforma brasileña de lanzamiento de cohetes tiene un cartel que reza “Se alquila, ¡traiga su cohete”!