Gente que Cuenta

Las hormigas del universo, por Victorino Muñoz

Ellen Surrey Atril press
Ellen Surrey,
¿Qué le sucede a una hormiga solitaria?, s/f

Al igual que hicieron muchos de ustedes, posiblemente, en mi infancia yo fui un gran observador de las hormigas. Sin embargo, tal observación era una mera excusa para ponerme a especular sobre diversos temas, más o menos trascendentales.

Por ejemplo, pensaba en cómo nos verán las hormigas. ¿Sabrán que somos seres vivos o solo notarán algo así como una enorme sombra? ¿Pensarán que somos una nube que pasa o algún planeta o cuerpo celeste con una órbita cercana a sus hormigueros? ¿Percibirán nuestra voz como nosotros el trueno, o serán tan sordas como mucha gente lo es al ruido de fondo de las grandes ciudades?

También me imaginaba qué pasaría si las hormigas construyeran telescopios y otros aparatos para escucharnos y observarnos. ¿Entenderán los gestos de nuestra cara? ¿Comprenderán el sentido de nuestras palabras? ¿Qué dirán de nuestras costumbres de usar ropas o de comer sobre una mesa, usando cuchillos, tenedores y platos?

Incluso, iba mucho más lejos. ¿Qué pensarían, si es que piensan, de nuestra forma de vida? ¿Qué dirían de nuestras tradiciones, como poner un árbol de navidad en ciertas fechas? ¿Sabrán para qué sirve ir a la universidad o a la escuela? ¿Entenderían nuestros sistemas de gobierno? Yo tampoco los entiendo, y eso que no soy hormiga.

De allí pasaba a imaginarme que nosotros, los humanos, somos como las hormigas del universo. Y desde nuestra pequeñez no podemos ver ni comprender más que ciertas cosas. Sabemos que hay planetas. Pero tal vez están vivos y hablan y no los entendemos.

Y si desarrolláramos instrumentos para escucharlos, seguiríamos sin comprender el sentido profundo de su evolución y sus movimientos… O tal vez no nos importaría saberlo… Viviríamos igual, afanados en acarrear hojitas. Eso es lo que parecemos cuando nos vemos desde una montaña o un alto edificio. Hormigas que se paran y saludan a otra que también viene cargando algo: un aparato nuevo.

En fin, como se ve, yo era un niño algo ocioso. No era un vago, porque sí iba bien en el colegio. Sin embargo, me aburría la televisión, porque en esos tiempos eran solo tres canales y siempre pasaban lo mismo. En todo caso, échenle la culpa a mis padres por no comprarme más juguetes y tener que entretenerme viendo el ir y venir de las hormigas a su agujero.

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Victorino Muñoz
valenciano, autor de “Olímpicos e integrados”, ganador del Concurso de Narrativa Salvador Garmendia del año 2012 y “Página Roja”, publicado en la colección Orlando Araujo en el año 2017.
rvictorino27@hotmail.com
Twitter:@soyvictorinox
Foto Geczain Tovar

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