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Londres, Boston, New York. Niebla, melaza y monos. New York – Rafael Sylva

En ediciones anteriores publicamos los casos de la neblina en Londres y de la melaza de Boston. Hoy presentamos el caso de New York.

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Foulton Street en los años ’40

Nuestro último caso nos lleva hasta Nueva York, donde la paz más completa reinaba en el cuartel de bomberos de la calle Fulton un día de verano de 1946. De repente un fornido bombero que jugaba al ajedrez con un compañero quedó como petrificado mirando el poste de bronce por el cual se deslizaban para llegar al piso bajo. Ante la pregunta de su compañero, el bombero, con voz alucinada y ojos que casi brotaban de sus órbitas, le contestó:

“Acabo de ver cinco monos que bajaban de la azotea por el poste, y uno de ellos llevaba una pelota”.

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Mientras ambos bomberos incrédulos se miraban las caras, sintieron que en la sala de baño, se abrían de un golpe todas las regaderas y casi simultáneamente se abrió de par en par una puerta y otros cinco monos corrieron alegremente hasta el poste de metal y se lanzaron al piso de abajo. Un bombero que acudió a la sala de baño quedó estupefacto ante lo que apareció: Diez monos se bañaban y jugueteaban alegremente en el tremendo reguero de agua que formaban las ocho regaderas abiertas a plenitud.

El maestro del coro de la Iglesia de la Trinidad, alzó su brazo solemne para dar comienzo a un ensayo con el coro juvenil, cuando uno de los niños, muy serio y en tono absolutamente normal le dijo: “Siento interrumpirle profesor, pero hay un mono encima del piano, y otro acaba de entrar por la ventana”. Un segundo después, cuatro monos sembraban el caos entre los muchachos del coro, ante la mirada resignada del profesor de música que nada atinaba a hacer pues creía haberse vuelto loco.

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la ciudad de Nueva York en la década de los 40.
Fotografía de Berenica Abbott (1898 – 1991)

Big Mike, un caletero de los muelles, había estado recorriendo todos los bares de la zona con tremenda borrachera y por último había recalado en una cantina en la calle Fulton con el fin de tomarse el último trago antes de acostarse. Pidió un whisky y echó una mirada a su alrededor como buscando pelea, luego fue a tomar su vaso, pero éste ya no estaba allí. En cambio, vio sobre las botellas del bar su vaso de whisky y, lo tenía un mono. Horrorizado, Miguel comprendió que sufría la etapa más terrible del bebedor, cuando delira y empieza a ver alucinaciones espantosas.

Agarrándose fuertemente del mostrador, miró hacia atrás y en ese momento su borrachera se disipó como humo. Pues el bar estaba lleno de monos. Monos que colgaban de las lámparas, que brincaban sobre las sillas, y uno de ellos, horror de horrores, se estaba comiendo unos cambures verdes de un gran racimo que arrastraba. El fornido caletero, completamente sobrio sintió que las piernas le flaqueaban y que iba a desmayarse; lo último que supo antes de perder el conocimiento fue que uno de los monos le saltó por encima camino hasta las botellas del mostrador.

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A eso de las 12 del día empezaron a prenderse las luces de alarma y a sonar los teléfonos en el cuartel de policía de Fulton, Nueva York. Un momento después sonó la alarma general. Las calles vecinas estaban atestadas de gente. Un increíble rumor se había regado por toda la zona. Nueva York había sido invadida por monos. Los policías llamaron al Hospital Psiquiátrico de Queens, pues suponían que lo ocurrido era un caso de alucinación colectiva, hasta que dos patrullas chocaron con respectivos postes al ser invadidas por alborotados monos que irrespetuosamente asustaron a los tripulantes.

¿Y cuál era el origen de tan insólita invasión? Pues sencillamente que temprano esa mañana, el empleado de una casa importadora de animales tropicales en la calle Fulton, había abierto la puerta de una gran jaula que contenía 215 monos con el fin de liberar a uno de estos que se había atracado en la malla de alambre. Los monos, inteligentes y deseosos de libertad, se escaparon por la puerta abierta desparramándose por todo el vecindario. Una vez en la calle, asaltaron tiendas de frutas, se metieron en casas, iglesias y en todo sitio donde su curiosidad los llevaba.

La policía, los bomberos, las boys scouts y muchos vecinos se dieron a la tarea de recapturar a los traviesos animales. No fue una labor sencilla. Todavía se recuerdan algunos episodios escandalosamente cómicos de la captura de los monos, la cual duró casi tres meses. Al fin, el último de los simios fue atrapado tras una espectacular persecución por el Central Park, a una enorme distancia de la calle Fulton. ¿Cómo llegó ese mono hasta allí? ¿Cómo pudo sobrevivir durante tres meses en el endiablado y peligroso tráfico de la ciudad más congestionada del mundo? No se sabe. Pero lo hizo. Y ese día caluroso de julio, cuando el heroico mono fue metido en la jaula ante miles de admiradores, más de un neoyorkino lamentó que llegara a su fin, la increíble odisea de los monos de la calle Fulton.

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Rafael Sylva Moreno fue un caraqueño que nació en 1926.
Se inició como libretista y productor radial en varias radios, hasta que alcanzó su mayor éxito como escritor, productor y director del programa Nuestro Insólito Universo en la radio venezolana, desde principios de los años setenta hasta 2014.
También produjo novelas y documentales con historias sobre los caciques venezolanos, para Radio Caracas TV y la CMQ de Cuba, así como series de cine para la Creole Petroleum Co. y la Fundación Neumann. Fue articulista y profesor de radio en varias universidades y publicó ocho libros, la mitad relacionados con su programa estrella.
Ganador de infinidad de reconocimientos del mundo de la televisión y la radio, fue reconocida también su trayectoria como pintor, pues expuso en Caracas, Bogotá y Nueva York, y representó a Venezuela en las Bienales de Venecia y Sao Paulo en 1955.
Falleció en Alachua, Florida en 2018.

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