Gente que Cuenta

Los tragapeces, por Rafael Sylva Moreno

pez goldfish acuario Atril pressSin duda alguna, el año 1939 fue memorable por una cantidad de razones. Estalló la II Guerra Mundial, se estrenó la película Lo que el Viento se Llevó, ter­minó la guerra civil española, se inauguró la Gran Feria Mundial de Nueva York y entre otros trascenden­tales sucesos, los estudiantes norteamericanos dieron co­mienzo a una de las manías más grotescas de que se tenga noticias.

Entraron en furiosa competencia para ver quién podía comer mayor cantidad de peces de colores.

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El 3 de marzo de 1939 un alumno del primer año de Harvard, Lothrop Withington Jr. se traga un pez dorado vivo para ganar un premio de diez dólares

El estudiante que pasará a la historia como el ori­ginador y primer cultista gastronómico de estos peces de colores se llamaba, y quizás todavía se llama, Lothrop Withington, alumno aventajado de la Universidad de Harvard. Este creativo joven tenía en su cuarto de la Universidad un pequeño acuario. Una noche se encon­traba reunido junto con varios compañeros, conversando sobre temas diversos, cuando uno de ellos mencionó la cantidad de cosas absurdas que hacía la gente, como por ejemplo subirse a las astas de banderas para batir records de estadía allí, los maratones de baile, las competencias a ver quién comía más pasteles de manzana en menos tiempo y demás cosas inútiles e increíbles. El joven Withington aprovechó una pausa en la conversación para de­clarar  muy  tranquilamente que él se había comido una vez un pez dorado! Todos le miraron desdeñosos y otro compañero manifestó que le era imposible creer semejante cosa, pero en caso de que fuese cierto él estaba dispuesto a pagar diez dólares con tal de presenciar tal hazaña.

Impulsivamente Withington metió la mano en el acuario y sacando uno de sus peces dorados por la cola se lo tragó de un golpe.

Su asombrado compañero no tuvo más remedio que entregarle los diez dólares, e inmediatamente el relato de la proeza cundió rápida­mente por todo el ámbito universitario, así que tres días más tarde un  joven de apellido Pope, perteneciente a otra Universidad, tras enterarse de los detalles, procedió en forma heroica a tragarse no uno, sino tres pececitos dorados vivos. Sin embargo, Pope que era indiscutible­mente un sibarita, refinó su hazaña al aderezar los peces vivos con sal y pimienta.

Irving Clark Atril pressDebidamente enterados los alumnos de Harvard del acto de Pope, decidieron recobrar la iniciativa y el récord para su Alma Mater. Fue por esto que Irving Clark de esa Universidad procedió a tragarse veinticuatro peces dorados uno detrás de otro. Su única concesión al buen gusto fue que después de pasar cada pececito, se chupó una naranja. No contento con haberse tragado dos do­cenas de peces vivos, Irving quiso asegurar la gloria firmemente eliminando además toda posibilidad de com­petencia y con este fin se comió dos insectos y una lombriz como postre.

Muy poco le duró ese momento de gloria, ya que unas cuantas horas más tarde un representante del alum­nado de la Universidad de Pennsylvania procedió a tra­garse venticinco peces dorados y encima se comió un bistec crudo. El pánico y el desconcierto cundieron rápidamen­te entre los universitarios norteamericanos, pues a las pocas horas de la proeza anterior, Julius Aisner de la Universidad de Michigan se tragó ventiocho peces. A partir de ese momento comenzó el desbarajuste.

Donald Mul­cahy de la Universidad de Boston se comió ventinueve, matizán­dolos con tres botellas de leche. El capitán del equipo de f’útbol en el colegio Albright procedió a engullir trienta y tres peces dorados ante una boquiabierta audiencia y sin ayu­da de bebida alguna. Mientras tanto, en Boston, otro alumno se colocó una servilleta al cuello y con gran sangre fría procedió a saborear treinta y seis peces, mientras un público asombrado miraba la increíble acción del estu­diante, que de paso, escogió el portal del teatro de la Opera para llevarla a cabo.

Las autoridades universitarias y gubernamentales comenzaron a alarmarse por la proliferación inconteni­ble de tragadores de peces vivos. Noticia de prensa Atril pressLa prensa se hizo eco del asunto y por un tiempo apartó a un lado las ame­nazadoras noticias que venían de Europa, para anunciar en primera plana las hazañas de los universitarios tra­gapeces.

Con mezcla de alarma y oculta satisfacción, la prensa publicó opiniones de diversos profesionales sobre el fenómeno. En algunos de estos artículos se analiza­ban las posibles causas que motivaban estos actos y en­tre las opiniones condenatorias estaba la de un psiquia­tra, el doctor Robert McMurray, quien afirmó que “los cultores del repugnante acto de tragar peces vivos, son en realidad exhibicionistas morbosos que ansían la ad­miración del público por algo que es evidentemente un acto de salvajismo. Aquel que, igual que hombres de las cavernas, come peces vivos siente un placer enfermizo al constatar la repulsión que producen sus actos!”

Goldfish gulping Atril pressLos alumnos por su parte no prestaban la más mí­nima atención a los severos pronunciamientos de sus ductores y en todos los colegios y universidades norteamericanas, los jóvenes  competían  furiosamente para batir el récord de Boston. Inútilmente.  

A pesar de que los acompañaban con leche, jugo de naranja o refrescos, no lograban pasar de los treinta y seis peces que había conseguido comerse el bostoniano. Este récord fue finalmente batido por un estudiante de la Universidad Técnica de Massa­chussetts, que alcanzó a tragarse vivos cuarenta y dos peces dorados rematándolos con cuatro leches malteadas. El aventajado jo­ven publicó en un periódico de Boston su fórmula para comerse los peces, pero es demasiado repulsiva para repetirla  aquí.

El récord mundial absoluto lo obtuvo, y que sepa­mos todavía lo tiene, Joseph Deliberato, de la Univer­sidad de Clark. Este joven procedió a reunir gran can­tidad de testigos, entre ellos varios reporteros, dos psi­cólogos, y tres policías. Luego se tragó públicamente la increíble cantidad de ochenta y nueve peces dorados, uno tras otro.

goldfish Atril pressNo llegó al número noventa, pues una joven estudiante lla­mada Marie Hansen, emocionada por la hazaña de su compañero, tomó el pez número noventa, y engulléndolo de un heroico bocado, se convirtió en la primera mujer uni­versitaria que se unió al  gran movimiento de tragape­ces de 1939.

Traga peces Atril pressNo podemos terminar esta narración, sin informar acerca de lo que la prensa llamó “el horror final” en la moda de tragar animales vivos. Deseando terminar de una vez por todas con el asunto, John Poppelreiter laureado alumno de la Universidad de Illinois, convocó a un nutrido grupo de testigos y admiradores y sacando a cinco ratoncitos blancos de su jaula, los enrolló en hojas de lechuga. Luego, mientras los hombres palidecían y las mujeres se desmayaban, procedió a tragárselos de un solo golpe!

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Rafael Sylva Moreno fue un caraqueño que nació en 1926.
Se inició como libretista y productor radial en varias radios, hasta que alcanzó su mayor éxito como escritor, productor y director del programa Nuestro Insólito Universo en la radio venezolana, desde principios de los años setenta hasta 2014.
También produjo novelas y documentales con historias sobre los caciques venezolanos, para Radio Caracas TV y la CMQ de Cuba, así como series de cine para la Creole Petroleum Co. y la Fundación Neumann. Fue articulista y profesor de radio en varias universidades y publicó ocho libros, la mitad relacionados con su programa estrella.
Ganador de infinidad de reconocimientos del mundo de la televisión y la radio, fue reconocida también su trayectoria como pintor, pues expuso en Caracas, Bogotá y Nueva York, y representó a Venezuela en las Bienales de Venecia y Sao Paulo en 1955.
Falleció en Alachua, Florida en 2018.

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