El sábado en la noche un señor poeta del tiempo vino a mi casa a decirme: Leonor, te voy a contar un cuento…
Me recordó a Rubén Darío que escribió esas mismas palabras, pero para Margarita, aquella de “Margarita, está linda la mar…”
Yo me quedé en silencio, escuchando con atención cada uno de sus versos, pronunciados con suavidad, pero con profundidad y énfasis.
Era una historia complicada que comenzaba con los griegos y los romanos, después se metían los árabes, los españoles y hasta los indios americanos.
Después de muchos siglos y vericuetos, la historia reapareció mágicamente, una mañanita caraqueña, como el vals venezolano de Evencio Castellanos, una de las pocas piezas que quedaron en mi cerebro reptil y soy capaz de tocar en el piano.
Allí, en la casa solariega, estos personajes del pasado depositaron todas sus riquezas en las manos mis dos mamás, la de Los Teques y la de Barlovento.
De pronto, yo también estaba en la historia, sin edad, porque la escena se repetía año a año, mirándolas, escuchando cantar al canario llamado Pavarotti, envuelta en los olores de la cocina, de mis diciembres caraqueños.
El señor poeta hizo una pausa y yo terminé de comerme mi primera hallaca.
La “multisápida”, como algunos la llaman.
Y es que los sabores antiguos… ¡sí que saben contar historias!
“…es como un compendio ejemplar del proceso de mestizaje. En ella están: la pasa y la aceituna de romanos y griegos, la alcaparra y la almendra de los árabes, la carne del ganado de los capitanes pobladores de Castilla, el maíz y la hoja del bananero de los indios”.
Arturo Uslar Pietri
Te dejo el link de la Mañanita Caraqueña