Cuando alguien dice que un postre está muy dulce, siempre pienso para mis adentros: bueno… ¿y eso no es el reason why de un postre?
A mí me encanta empalagarme y mientras más dulce sea un postre, o la vida, mejor. Ayer, precisamente, quedé empachada con un delicioso saquito de azúcar.
Menos mal que ya había cumplido con mi dieta cotidiana de las ocho manzanas, les explico al final de qué se trata.
Esta dulzura que conocí ayer, en verdad tiene como un millón de calorías, un verdadero manjar.
Su nombre es Mango.
Mi mamá los preparaba en jalea, batido, mermelada.
Este es peludo, juguetón y tiene dienticos afilados.
Mango es un cachorrito de ocho semanas, mi nuevo nieto de cuatro patas.
Ayer lo conocí. Nos comimos a besos y mordisquitos. Creo que le caí bien.
¡Qué manera más linda de endulzar la vida!
Bienvenido este manjar de Mango.
Y como les prometí, les dejo la dieta de las ocho manzanas: no son verdes ni rojas, hay que correrlas…. (o caminarlas, al menos)