Gente que Cuenta

Mitomanía, por Getulio Bastardo

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Francesco Hayez,
Autorretrato con un grupo de amigos,1825

Eran los años setenta y cursábamos el post grado. Los sábados teníamos revisiones bibliográficas. Ese sábado coincidimos en la entrada del hospital, un compañero muy vistoso, conversador, espontáneo, alegre, espléndido, cuando íbamos a su casa, se deshacía en atenciones, buenos vinos y mejor güisqui, así como pasa palos y quesos importados, pero ese día al no más verme me espetó: “se me fue el socio de la tienda de Margarita y se llevó quinientos mil bolívares”. “Uf, qué vaina” respondí “y ¿qué piensas hacer?”

– “nada. Esa plata la perdí”

Otro día me dijo que le habían decomisado en la frontera con Colombia en el estado Apure veinte mil vaquillas que estaba trasladando, pero la Guardia Nacional no entendió que era solo un traslado de una hacienda a otra, no un contrabando.

También tenía una hacienda de ajos en Trinidad. Creo que no sabía que el ajo se cosecha en tierras frías o templadas.

Y una vez que fue a Chile se encontró con el embajador de Venezuela en ese país, el vicealmirante Wolfang Larrazábal, carupanero como él. Comenzaron a echarse palos en el bar del aeropuerto. Se le olvidó el abordaje, hasta que escuchó por los parlantes del terminal aéreo “Señor Fulano de Tal, señor Fulano de Tal,  el avión espera por Ud.”

Era carupanero como ya dije, pero su familia vivía en Caracas al lado de La Casona, residencia oficial de los presidentes en Venezuela, y su mamá intercambiaba arepas con la primera dama para la época, la señora Alicia Pietri de Caldera

Siempre andaba bien vestido, claro, su ropa la hacía traer de París o Nueva York, según decía. En Mérida, Venezuela, donde vivíamos, había una tienda para caballeros que se llamaba Paris Nueva York.

Pero lo máximo fue el carro marca Mercedes Benz que mandó a hacer en Alemania y le tomaron las medidas a él, (el chofer) y a su esposa para el diseño de los asientos de la fila delantera, y el tocador del lado del acompañante. El carro costaba cuarenta mil dólares y el diseño el 10% del carro. En esos días el gobierno estableció un impuesto al consumo suntuario de 120% del valor del bien. Se le encareció mucho el costo del vehículo y prefirió perder el dinero del diseño que ya había pagado.

Teníamos una sección semanal de terapia individual y otra terapia de grupo. En ésta aprovechamos para decirle que todos lo queríamos mucho, que era un compañero excelente y espléndido, que nos sentíamos muy a gusto con su presencia y que lo queríamos tal cual era, sin sus haciendas, ni vehículos ni sus millones; sabíamos que todo eso era mentira, pero que igual lo queríamos en su condición de modesto profesor instructor de la universidad y cursante de post grado. Todos repetimos este discurso en un tono afable y condescendiente y mirándolo de frente. Cuando terminamos, le tocó el turno a él y, seguro de sí mismo, como siempre, solo respondió: – “¿y si es verdad?”.

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Getulio Bastardo
Médico psiquiatra clínico, profesor universitario jubilado en Venezuela y activo en Perú, casado con seis hijos y seis nietos. Soy un viejo feliz
getuliobastardo@yahoo.com.mx

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