Mucurubá es un lugar sabroso para pasar una semana, sin embargo Yeison está aburrido al segundo día porque no hay niños para jugar. Al tercer día llega Ángela con José a hacer la limpieza de la casa. Yeison y José ya a los treinta minutos de Ángela estar ahí con su hijo, están jugando en el pequeño patio de la casa donde la familia Mogollón pasa sus vacaciones de clase media de Catia La Mar.
No hay forma ni manera de que Yeison no le hable a José del mar, mejor dicho, de la playa. José a sus once años lo más lejos que ha llegado es a Mérida, cuando se fracturó la muñeca derecha.
José no ha imaginado el mar hasta ese día; en la escuela no le habían hablado nunca del mar. Por más esfuerzo que hace no logra que su mente le traiga una imagen. Yeison a su vez no concibe que alguien no haya visto el mar, si es tan grande cómo es posible que alguien no lo haya visto nunca. El mar no se puede esconder de nadie.
Esa misma noche Yeison decide que su amigo no puede seguir viviendo sin conocer el mar, nadie debería. Once días después José emocionado abraza a su mamá por segunda vez antes de acercarse a la orilla de Playa Grande. El mar es una cosa seria.