Nina y su abuelo, por  Manuel Pulido Azpúrua

Comencemos por el principio: Nina fue rescatada en la Universidad Central de Venezuela, por lo que su carácter es de sobreviviente. Es blanca y negra y tiene los ojos color naranja.  A sus cuatro meses tiene muy marcada su personalidad gatuna, de la cual es parte integral su mal genio.

Al llegar a nuestra casa, toda ella debía estar impregnada de la presencia de Oliver, quien nos la prestó durante catorce años. Oliver, también callejero rescatado, era igual de amargado, pero conmigo era encantador. Teníamos un lazo tan estrecho que casi siempre venía corriendo a saludar cada vez que yo entraba en la casa.

A Oli le encantaba ver televisión: se acostaba entre mis piernas, sin importarle si quedaba acalambrado por estar en la misma posición por todo el tiempo que él quisiera. Como era muy friolero, le parecía genial dormir arropado y si podía, pegaba sus cuatro patas heladas en la piel de uno para calentarse.

También tenía como rutina pedirme todos los días alrededor de las nueve de la noche, con Kantiana  puntualidad, que lo acostara a dormir. Supongo que en parte fue culpa mía, pues desde muy joven, para que entrara en la cocina, solía darle cuatro de sus golosinas favoritas, unas croquetas rellenas y crujientes de las cuales era adicto y le causaban sobrepeso.

Oliver dormía en la cocina desde pequeño, porque lo peor que puede hacer un dueño de gato es dejarlo suelto por la casa durante la noche. Aparte de los destrozos que normalmente causan en una hora loca que suele ser la más nocturna de todas, se arriesga uno a despertarse con el minino viéndote fijamente, algo natural en estos animalitos que se comunican con la mirada.

Decía que Oli nos prestó su casa por el tiempo que duró su cómoda vida de mascota criada en apartamento, pues ellos, luego de escogernos, se apoderan de todo nuestro ajuar y espacios para usarlos con hierática majestad. Tal como TS Eliot dijo: Estaban ahí cuando el Faraón ordenó la fabricación de la Esfinge.

Pueden poner sus peores caras al hacerte entender que tal o cual mueble o parte de la casa es de su exclusivo goce y disfrute. Oli destrozó varias veces los muebles de la sala: quedaron con guirnaldas de hilos y pedazos de relleno como testigos silentes de su paso. Esas huellas son las que Nina siente. Todo gato es territorial y rutinario. Por eso pueden durar tanto si se les da el cariño y la alimentación necesaria.

Al llegar a la casa para que sus abuelos la cuiden durante las vacaciones de su dueña, Nina revisó con meticulosidad todas las marcas que su Tío Oli había dejado. Caminaba con cautela, cuidando que no le cayera encima el depredador que  presentía mucho mayor que ella.

Lo que Nina no sabe es que hace tres semanas que Oli dejó nuestro apartamento para siempre. Su buena y larga vida le permitió desarrollar una de estas enfermedades mortales, extrañas para sus demás congéneres de la calle, que suelen morir más jóvenes por causas exógenas.

Nina sabe que está en una casa ajena, y por lo tanto nosotros podemos ser sus depredadores, pero como ella es superviviente nata, no se arredra: Nos hace saber con bufidos y gruñidos que no nos debemos acercar mucho a ella, pero, eso sí: debemos darle su comida con puntualidad y recogerle su caja de arena.

Comparar personalidades es de las peores cosas que podemos hacer. Sabemos que no se parece a Oliver, pero mientras dure su estancia en casa de los abuelos, consentiremos a Nina hasta donde ella nos lo permita y mientras tanto disfrutaremos sus tremenduras de cachorra.

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